Estamos pasando por la peor crisis financiera desde 1929, en un mes el mercado de valores de EE. UU. ha perdido un tercio de su valor eliminando todas sus ganancias de los últimos tres años. La Reserva Federal trató de ir al rescate, sólo logrando empeorar las cosas.
El remedio aparente para nuestros acérrimos líderes capitalistas es el socialismo, el cual de repente se ve bien y ya no asusta.
La crisis financiera comenzó a fines de febrero, cuando la Organización Mundial de la Salud anunció que era hora de prepararse para una pandemia mundial. La guerra de precios del petróleo entre Rusia y Arabia Saudita agregó combustible a las llamas, causando que los tres índices de Wall Street cayeran más del 7% el nueve de marzo; el Lunes Negro fue la peor caída desde la Gran Recesión del 2008; el doce de marzo, la Reserva Federal anunció nuevas inyecciones de capital, sin precedentes, por un total de $1.5 billones de dólares en el desconocido mercado de “Repos”, donde los bancos ahora solicitan préstamos para mantenerse a flote … ese mismo día, el mercado respondió con una baja de 8% en sus acciones. El domingo quince de marzo, la Reserva Federal reduce la tasa de fondos federales casi a cero y anunciando que compraría $700 mil millones de dólares en activos, también eliminó los requisitos de reservas bancarias y redujo el interés sobre el exceso de reservas (el interés que paga a los bancos por estacionar su efectivo en la Reserva Federal) a 0.10%. El resultado fue que el mercado de valores abriera el lunes casi un 10% más bajo que el cierre anterior. En lugar de proyectar confianza, las medidas de la Reserva Federal estaban generando pánico. Las herramientas de la Fed por sí solas son obviamente incapaces de detener la sangría del cierre forzado de negocios en todo el país. El presidente de la Fed, Jerome Powell, lo admite en su conferencia de prensa del quince de marzo: “No tenemos las herramientas para llegar a la comunidad, particularmente a pequeñas empresas y otros negocios y personas que pueden encontrarse sin trabajo …”. La alternativa es una nueva “Política fiscal”, lo que significa que el ejecutivo y el Congreso deben tomar la batuta.
La Reserva Federal, el Congreso y el ejecutivo deben trabajar en equipo. El trece de marzo, el presidente Trump actuó, declarando una emergencia nacional que abrió el acceso a hasta $50 mil millones de dólares” para los estados y territorios y localidades en nuestra lucha compartida contra esta enfermedad”. Ese mismo día, la candidata presidencial demócrata, Tulsi Gabbard, propuso un ingreso básico universal de $1,000 dólares por mes por cada estadounidense durante la crisis. Ella dijo: “Se ha centrado demasiada atención aquí en Washington en rescatar a los bancos e industrias corporativas de Wall Street, con la misma vieja cantaleta argumentando cómo la economía chorreará desde arriba y eventualmente ayudará al pueblo estadounidense”. Mientras tanto, el contribuyente estadounidense “se queda con la carga, luchando y sin ayuda durante este momento de crisis“.
El candidato presidencial demócrata Andrew Yang, quien convirtió el ingreso básico universal en la base de su plataforma, iría más allá y continuaría con los pagos mensuales después de que terminara la amenaza del coronavirus. Un analista financiero, Jim Cramer, el doce de marzo dice: “¿Qué tal una emisión del Tesoro de $ 500 mil millones de dólares… sin costo de intereses, para asegurarse de que cuando las personas están enfermas no tengan que ir a trabajar, y las compañías que están en problemas debido a eso todavía pueden pagar su nómina? ¿Qué tal una línea de crédito respaldada por … la Reserva Federal? Sé que la Reserva Federal va a decir que no pueden hacer eso, el Congreso va a decir que no puede hacer eso, todos van a decir lo que dijeron en 2007, que no pueden hacer eso, que no pueden hacer eso, hasta que lo hicieron. … Ya hemos escuchado lo mismo en el 2007 y terminaron haciendo todo lo que decían que no podían hacer.”
El dieciocho de marzo, mientras el mercado de valores seguía cayendo en picada, el ejecutivo publicó un esquema para un proyecto de ley de estímulo de $1 billón de dólares, que incluye $500 mil millones en pagos directos a los estadounidenses, junto con rescates y préstamos para la industria de las aerolíneas, pequeñas empresas y otros sectores “críticos” de la economía estadounidense.
¿Estamos hablando que el gobierno federal agregará más deuda a los $23 trillones de dólares que ya debe? Existe una forma para evitar el problema de que la deuda federal se vaya a la estratósfera; el Tesoro podría pedir prestado directamente al banco central sin intereses, con un acuerdo de que la deuda permanecería en los libros de la Fed indefinidamente. Ese enfoque ha sido probado en Japón, decisión que no ha generado inflación de precios, al contrario de lo que los halcones de la austeridad neoliberal dicen que pasaría; el Banco de Japón compró casi el 50% de la deuda del gobierno y la inflación de los precios al consumidor se mantiene por debajo del objetivo del Banco, es decir, por debajo del 2%.
Prácticamente todo el dinero de hoy es simplemente deuda “monetizada“, esto es deuda convertida por los bancos en algo que se puede gastar en el mercado, y el último respaldo para este juego de manos es el banco central y el gobierno, es decir los contribuyentes. Para igualar nuestro sistema económico tan desigual, el banco central y el gobierno deben trabajar juntos. En el caso de los Estados Unidos, la Reserva Federal necesita ser “desprivatizada” y convertirla en una empresa de servicios públicos que sirva a los contribuyentes y a la economía. La falta de control directo del gobierno de los Estados Unidos sobre el banco central de la nación y la naturaleza plutocrática de su débil gobierno significa que las soluciones de sentido común ya no aplican. ¿Por qué el estado no compra acciones mayoritarias en grandes corporaciones (o las nacionaliza directamente, como sucedió con el breve, pero exitoso, experimento con General Motors en 2008) y usa los $ 1.5 billones a bajo interés para desarrollar la independencia industrial estadounidense? Ese camino pudiera ser viable en estos tiempos extraordinarios; la administración puede solicitar una participación accionaria (un interés de propiedad) en las corporaciones que deseen tener acceso al “Paquete de ayuda del coronavirus” del gobierno, es decir, de los contribuyentes. Larry Kudlow, asesor financiero de la Casa Blanca, señaló que cuando esto se hizo con General Motors en 2008, resultó ser un buen negocio para el gobierno federal.
Si bien tradicionalmente se considera “anticapitalista” que un gobierno adquiera participación de algún sector para rescatarlo, sin embargo, parece ser la única alternativa para que ese rescate tenga la aprobación que necesita en el congreso. Sería el mismo “socialismo sin compromisos para los ricos” que los contribuyentes americanos asumieron en el 2008 o los mexicanos en 1990 con el FOBAPROA; en ninguno de los dos países, los contribuyentes cosecharon ningún beneficio. No creo que los rescates gubernamentales de compañías sobre endeudadas, las cuales estaban así por recomprar sus acciones en máximos históricos, enriqueciendo a ejecutivos e inversionistas de fondos de cobertura, le agraden al pueblo estadounidense o mexicano.
La solución a largo plazo es que, en lugar de tener sólo una participación en las ganancias, el gobierno podría pensar un poco más allá y convertir a las aerolíneas, compañías petroleras y bancos insolventes en empresas de servicios públicos. Podría requerirles que sirvan a las personas y a la economía en lugar de simplemente maximizar las ganancias a corto plazo de sus accionistas. Con respecto a los bancos, el Banco de México y la Reserva Federal podría hacer lo mismo que está haciendo el Banco Popular de China en esta crisis; el Banco Popular de China, banco estatal, está dando a los bancos regionales $79 mil millones de dólares en dinero de estímulo, pero a condición de que lo presten a pequeñas y medianas empresas y perdonen los pagos atrasados, de modo que el daño económico se revierta y la producción pueda recuperarse rápidamente.
Otro modelo que vale la pena estudiar es el de Alemania, que también tiene un sólido sistema de banca pública. Como parte de un “Paquete de ayuda de coronavirus” al que el ministro de finanzas alemán llama su “gran bazuca”, el gobierno ofrece acceso inmediato a préstamos de hasta 500,000€ para pequeñas empresas a través de su banco público, el KRW (Kreditanstalt fuer Wiederaufbau) y otros bancos locales. Los préstamos están disponibles a una tasa de interés tan baja como 1%, con intereses solo por los primeros dos años.
Compare eso con el paquete de ayuda que el presidente Trump anunció la semana pasada, que autorizará a la Administración de Pequeños Negocios a ofrecer préstamos comerciales; después de un largo proceso de aprobación por parte de las autoridades estatales, los préstamos se pueden obtener a una tasa de interés del 3.75%, casi 4 veces la tasa de KRW. Los tiburones del Fondo Monetario Internacional han ofrecido a México una suntuosa línea de crédito bajo las condiciones de siempre, es decir que los recursos naturales sean administrados por empresas señaladas por el fondo y que, para garantizar el compromiso, México restrinja su gasto corriente solo a proyectos productivos, dejando los programas o sistemas asistenciales (Salud, educación, seguridad social, etc.) a la deriva. El Banco de México puede hacer llegar recursos directamente, mediante bancos regionales. No es necesario que haya una infraestructura bancaria como la que tienen la banca privada; no se necesitan cajeros automáticos, ni chequeras o tarjetas. De tal forma se puede ofrecer algo similar a lo que ofrecen los bancos públicos alemanes y chinos; pueden ofrecer tasas de interés muy bajas porque han eliminado a los intermediarios privados y no están impulsados por la insaciable demanda de ganancias para los accionistas. Pueden prestar en forma anticíclica para evitar auges y caídas mientras apoyan a la economía en su conjunto.
México y Estados Unidos también podrían crear una red de bancos públicos respaldados por el banco central, que podrían prestar a sus comunidades a tasas inferiores a las del mercado. Dinero que circularía en cada región generando una pronta recuperación y un crecimiento económico sostenido cuando termine la crisis, entre otros beneficios.
Este es el momento de hacerlo; en los tiempos de crisis son cuando ocurren los cambios. Cuando haya pasado el susto del Covid-19, tendremos un gobierno diferente, una economía diferente y un sistema financiero diferente. Necesitamos asegurarnos de que lo que obtengamos sea una actualización que funcione para TODOS.
TODO COMIENZA EN UNO.
OS