La humildad es la virtud que consiste en conocer las propias limitaciones y debilidades y actuar de acuerdo a tal conocimiento. El término proviene del vocablo latino humilitas.
Podría decirse que la humildad es la ausencia de soberbia. Es una característica propia de los sujetos modestos, que no se sienten más importantes o mejores que los demás, independientemente de cuán lejos hayan llegado en la vida. Por ejemplo: “El campeón del último Grand Slam de la temporada mostró su humildad al pelotear durante más de dos horas con los niños que se habían acercado al estadio”, “La estrella de Hollywood hizo gala de su humildad al saludar a cada uno de los presentes”, “La humildad no es una característica propia de este cantante, quien siempre critica a sus pares”.
Resulta interesante notar que, según se entienda la actitud de una persona, hay una línea muy delgada entre la humildad y la ostentación. Conceptos de esta naturaleza requieren de la observación del comportamiento ajeno para existir, y esto da como resultado que un mismo hecho pueda ser percibido de diversas formas. Cada uno carga con una historia, con una serie de experiencias positivas y negativas que han colaborado en la construcción de una personalidad única e irrepetible. Al mirar a los demás, no podemos evitar juzgarlos y, para ello, sólo contamos con nuestra memoria.
Las personas que viven su vocación plenamente, por ejemplo, suelen caracterizarse por mantenerse alejadas de las tendencias de la moda, refugiadas en su propio mundo, estudiando o preparándose durante largas horas y disfrutando de su vida de una manera auténtica. Si alguien se dedica a una disciplina con todas sus energías, es esperable que cumpla una serie de metas personales y que pretenda compartir la felicidad que esto le provoque con sus seres queridos, dado que somos una especie social.
Ante esta necesidad de mostrar los propios logros surge un juicio por parte de su entorno, y no todo el mundo está preparado para enfrentar los méritos ajenos. Si observamos los fenómenos mediáticos, tiene muchas más posibilidades de ser ampliamente aceptado un artista mediocre que uno talentoso, y más aún si finge sentirse cerca de su público. No recibe tanto odio una adolescente que deja sus estudios para criar a sus hijos, los cuales concibió como producto de su rebeldía y su irresponsabilidad, como una científica que realiza un descubrimiento revolucionario.
Esto nos demuestra que el común de la gente distorsiona el concepto de humildad, convirtiéndolo en un servicio que consiste en no compartir con los demás aquellos logros que puedan herir su orgullo por no haber conseguido algo semejante. Retomando los dos ejemplos anteriores, seguramente nadie se enfadaría si un programa de televisión regalara un coche a la joven madre para ayudarla en su día a día; pero el Premio Nobel otorgado a una mujer que dedicó su vida entera a la investigación puede generar un mar de envidia y ataques infundados.
La palabra humildad también puede utilizarse como sinónimo de pobreza, de falta de recursos. Esto se puede apreciar en las frases una persona humilde o un barrio humilde. Cabe mencionar que este uso suele tener una connotación positiva.
Las religiones suelen asociar la humildad al reconocimiento de la superioridad divina; todos los seres humanos son iguales ante los ojos de Dios y deben actuar en consecuencia. Para el budismo, la humildad es la conciencia respecto al camino que se debe seguir para liberarse del sufrimiento.
Desde la filosofía, Immanuel Kant afirma que la humildad es la virtud central de la vida ya que brinda una perspectiva apropiada de la moral. Para Friedrich Nietzsche, en cambio, la humildad es una falsa de virtud que esconde las decepciones que una persona esconde en su interior.