¿Será realmente la felicidad, lo que el ser humano este buscando en estos tiempos?, ¿O será solamente el éxito en los negocios, la estabilidad económica o la satisfacción material?
Paradoja milenaria es esa en la que encontrar el camino de la realización es un proceso mas que complicado, casi imposible, por los miles de variantes (decía Ortega y Gasset: circunstancias) que, en ocasiones como baches, otras como puentes se nos presentan en la vida y su recorrido.
La pandemia nos ofreció un retorno distinto después del encierro y en palabras del poeta Benedetti es advertido: “Cuando la tormenta pase/ te pido Dios apenado/ que nos devuelvas mejores/como nos habías soñado.”
Pero al parecer muchos no han entendido la realidad de esa sentencia y seguimos consagrando la vida en esa competencia para lograr ya no nuestros sueños, sino nuestras ambiciones, en un juego peligroso y traicionero.
Si recurrimos a la filosofía, en esa búsqueda de la felicidad en su paso de individual a colectiva encontraremos que Aristóteles veía la realización individual como condición necesaria para la armonía de la sociedad; Confucio veía la armonía de la sociedad como condición necesaria para la realización individual.
No son posturas contradictorias, sino complementarias, si cualquiera de ellas se lleva al extremo, ambas se descomponen. Si se permite que el énfasis aristotélico en el individuo degenere hasta la anarquía, la sociedad no puede mantener un orden equilibrado. Si se permite que el énfasis confuciano en el colectivo se enfoque hasta la rigidez, los individuos no pueden alcanzar su potencial único.
¿Cómo llegar a la felicidad en un mundo de extremos?, en estos días en los que los conflictos ya no son ideológicos sino económicos, no se discuten las ideas sino los mercados, los precios.
La realización ya no se mide en riqueza interna, paz, armonía, sino en lograr la estabilidad económica para entonces poder despegar hacia lo que uno sueña.
¿Y si la respuesta estaba escondida en Nietzsche y es una especie de control que uno tiene sobre su entorno?
No otra cosa sino la simple voluntad de poder, una fuerza que nos da la vida y que nos ata a ella y que al mismo tiempo la convierte en atractiva, ya que es la que nos hace enfrentarnos a todas las adversidades o en sus palabras: “Cuando experimentamos que la fuerza aumenta en nosotros y nos sentimos con mucha vitalidad, cuando comprobamos que hemos superado aquello que nos oprimía, es cuando somos felices.”.
Acudo al viejo profesor Eliseo Torres, el que enseñaba que entre más armonía interna tuviéramos mas tranquilidad, felicidad y riqueza espiritual llegaría a tener, es decir seres humanos cuyo reflejo es aquel espejo del verdadero éxito.
Si es que nos preguntamos en qué consiste ese estado ideal de espíritu denominado felicidad, hallamos fácilmente una primera respuesta: la felicidad consiste en encontrar algo que nos satisfaga completamente, porque se produce cuando coinciden lo nuestra vida proyectada, es decir aquello que queremos ser, con nuestra vida efectiva, que es lo que somos en realidad.
Prácticamente es un simple balance entre el sueño o proyecto y mi realidad y en el inter, el camino es la vida: apacible o tortuosa, que nos llevó a ese objetivo.
El proceso pandémico al que estamos expuestos puede ser el obstáculo o el puente que se pueda atravesar para no solo sobrevivir, sino hacerlo diferente, como aquella lección que nos diera la vida algún día y de la que aprendimos o llegamos al suelo, para de ahí levantarnos.
Otra ventaja es que hoy se goza de mayor longevidad, por lo tanto, tiempo para poder ir deteniéndonos a reflexionar sobre nuestros caminos y métodos, gozos y sombras.
Mas horas de ocio, según los expertos, al menos 8 horas mas por semana, aunque algunos no las usen y se la pasen en sus faenas, matándose para que al final solo les den 20 minutos para echarles de su trabajo, en esta cruda realidad del homo Faber.
La felicidad en resumen tendrá dos caras: una emocional y una siniestra. El componente vivencial consiste en un equilibrio entre las emociones positivas como el júbilo, la alegría, el orgullo y el placer, y las emociones negativas como la preocupación, la ira y la tristeza.
Decidirnos a ser felices es una consigna de Dios, es un legado que debemos aprovechar o al menos intentarlo día a tras día. Provecho.
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