En busca de sentido

Me pareció oportuno desempolvar un texto que leí en mi juventud y darle una nueva repasada, ahora con una óptica distinta. El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, es la aterradora historia de un sobreviviente a un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.

No hay punto de comparación entre lo vivido por los judíos recluidos en Auschwitz o Treblinka a manos de los sanguinarios nazis y nuestra cómoda cuarentena, con la familia y en el hogar, es cierto. Pero sí existen algunas similitudes básicas, desde el punto de vista psicológico: la pérdida de libertad, la incertidumbre y el miedo.

Al igual que los internos en un campo de exterminio, hemos perdido gran parte de nuestras libertades, como la de salir, de reunirnos o de viajar. Padecemos una angustiosa incertidumbre sobre el futuro inmediato, en lo económico y social; y vivimos en constante miedo al contagio y a la muerte.

Todo esto genera estrés, angustia y depresión, el inicio de un círculo vicioso que destruye paulatinamente la tranquilidad, el optimismo y la capacidad de emprendimiento.

Frankl, al igual que cientos de sobrevivientes, a pesar de padecer vejaciones inimaginables durante años, de comer solo un mendrugo al día, de caminar kilómetros diariamente con zapatos rotos sobre la nieve, de realizar trabajos forzados en turnos de 14 horas a temperaturas bajo cero, de dormir hacinado sobre el piso helado y amanecer infestado de piojos, enfrentando cada día el riesgo de acabar en la cámara de gas, logró vivir para contarlo. ¿Cómo le hizo?

Muy sencillo: le dio sentido a su sufrimiento. Él, como psicólogo, se propuso sobrevivir para analizar y entender las razones y motivos del comportamiento de víctimas y victimarios, incluidos los de él. Se visualizaba, cuando la pesadilla hubiese terminado, dando conferencias y presentando su libro con las enseñanzas ahí aprendidas.

Definir su proyecto no solo le dio el valor y la fuerza para sobrevivir, sino también un optimismo que contagió a muchos otros, incluidos algunos suicidas que se arrepintieron después de escucharlo. El darle sentido a la vida de los demás le dio sentido a la suya.

Quizá algunos de nosotros ya teníamos muy claro nuestro proyecto de vida. Pero las circunstancias cambiaron. Es momento de renovarlo y actualizarlo. Las crisis son creadoras de oportunidades y son momentos para innovar, siempre y cuando se tenga la mente abierta y el corazón dispuesto. Es momento de darle nuevamente sentido a nuestra vida.

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