Supongamos, sin conceder, que quienes están al frente del país tienen razón y que las interrupciones del flujo eléctrico que, por varias horas sufrimos en el Norte y el Bajío de México la semana que concluye se debieron, en exclusiva, a la falta de gas natural proveniente de Texas.
Incluso así, ha quedado demostrada su total ineficiencia.
La razón es simple: la falta de previsión.
Tal vez para usted o para mí sea imposible prever una situación como la que se presentó, porque no contamos con la información suficiente.
Pero ese no debería ser el caso para quienes dirigen la CFE y la CENACE. Se sabía, de acuerdo con diversas fuentes, que el precio del gas natural se elevaría.
Los pronósticos del tiempo fueron muy certeros con su predicción sobre el fuerte descenso de las temperaturas, con unos 10 días de anticipación. Pero, las autoridades hicieron caso omiso.
Sólo hasta que se les cayó el sistema -algo a lo que Bartlett está bastante habituado- comenzaron a actuar.
Por “ahorrar”, dejaron de comprar las coberturas.
Eso es una realidad.
La falta de proactividad costó, según la paraestatal, 20 mil millones de pesos.
Pero hay que sumar las afectaciones incalculables a la industria, el comercio, e incluso a la salud.
Pero, más allá del problema coyuntural está su manera de comprender la gestión de un asunto tan estratégico como lo son las energías.
Hay quienes dicen que los productores privados elevan el costo.
Pero eso sólo es posible en condiciones de baja competencia.
Un mercado con muchas opciones es la receta ideal para bajar los precios y garantizar el abasto.
Las medidas de López Obrador han traído como consecuencia que ahora no haya ni siquiera caro.
El rumbo que había tomado el país era el adecuado.
Ahora, en verdad que andamos a oscuras, y no hablo metafóricamente.
Que el presidente salga una vez más a hablar de corrupción sin prueba alguna y que además sugiera que la refinería de Dos Bocas solucionará los problemas de dependencia del gas natural son un claro ejemplo de que el país se pierde en las tinieblas.