En vida

En vida, hermano, en vida, es el título del conocido poema de la escritora tamaulipeca Ana María Rabatté, ese que comienza diciendo: “Si quieres hacer feliz a alguien que quieras mucho… díselo hoy, sé muy bueno en vida, hermano, en vida… No esperes a que se mueran si deseas dar una flor, mándalas hoy con amor, en vida, hermano, en vida.”

Cuánta razón lleva la Rabatté en su razonamiento. Y es que los 2 de noviembre, los 10 de mayo y los días del padre encontramos los cementerios repletos de flores y de gente. A muchos de los seres queridos ahí sepultados los dejamos partir sin demostrarles nuestro afecto y sin decirles cuánto los queríamos.

Es común la realización de homenajes post mortem para reconocer la labor de personajes de nuestra sociedad. Son eventos con noble intención, pero completamente a destiempo, porque su destinatario ya no se encuentra entre nosotros para disfrutar de las mieles de su arduo trabajo, ese que realizó en vida.

En nuestra cultura sucede algo muy curioso. Por un lado, hacemos mofa a la forma de la muerte; le damos vida en la figura de la tradicional catrina, la vestimos de colores y la celebramos con bombo y platillo. Pero rehuimos a su fondo; evitamos hablar de ella y hasta “tocamos madera” cada vez que sale a tema.

La aversión a la muerte nos lleva a tomar, a veces, decisiones ilógicas e irracionales. Y no me refiero solo al hecho de no planear lo inevitable, como adquirir un paquete funerario a previsión o comprar una propiedad en algún panteón, sino a acciones más trascendentales para las vidas de nuestros seres queridos, como el no contar con un testamento.

En México, menos del 4% de la población adulta ha dictado testamento. Algunos no lo hacen porque creen que es un proceso complicado, otros porque piensan que es un trámite oneroso, algunos más, por desidia. Pero la mayoría no lo formaliza porque tiene que ver con un tema del que nada queremos saber: la muerte.

Por cualquiera de las razones que no se realice, no deja de ser una irresponsabilidad. Además, todas están equivocadas: es un trámite muy sencillo y barato, gratis incluso en muchos casos. Y está relacionado con lo más natural al ser humano, lo único que, junto al pago de impuestos en palabras de Benjamín Franklin, tenemos seguro en la vida.

Al hacer el testamento con nuestro notario público de confianza le estamos dando certeza patrimonial a nuestra familia. Les estamos evitando problemas futuros y la necesidad que tenga que enfrentar un caro, prolongado, doloroso y, muchas veces, desgastante juicio sucesorio. 

En México se ha designado a septiembre como el mes del testamento. La verdad es que todos los meses lo son. Las facilidades que otorgan muchos notarios son permanentes, así que no tenemos que esperar al mes patrio para hacerlo. La mejor forma de demostrar el amor a nuestros seres queridos es quitarnos paradigmas y darles tranquilidad y seguridad para cuando faltemos. 

En vida, hermano, en vida.

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