Es necesario y prudente explicarte de manera sencilla y directa, sin memes, ocurrencias o filtros, porqué debes darme una oportunidad de merecer tu voto.
De aquí al cierre de las casillas, el 2 de junio, no supondré que he ganado un solo voto; al contrario, con cada minuto de esta campaña, cada evento, comunicado, anuncio o propuesta que ponga enfrente de ti, estaré buscando reforzar la preferencia de quienes se inclinan por nuestro proyecto y convencer a quienes pueden ser convencidos de que somos no solo una mejor opción a lo que ofrece la de enfrente, sino también una opción mejor a lo que México ha vivido y soportado por los últimos 5 y 35 años. Debo ser consciente y realista acerca de las dudas, válidas y no tanto, percepciones y realidades, que pueda haber sobre una plataforma y campaña tan distinta como la mía, y el primer paso debe ser no un borrón y cuenta nueva sobre lo que significa esta alianza y esta combinación de ideologías y grupos políticos, sino una constante y auténtica capacidad de reflexión y autocrítica del rol que todos nosotros, quienes me acompañan en esta propuesta, hemos tenido en la vida política y económica de México las últimas décadas. Debemos ser capaces de voltear al pasado, rescatar lo positivo y los perfiles capaces, honestos y confiables; pero aún más relevante es entender las áreas de oportunidad y los errores que claramente cometimos y por los que los ciudadanos decidieron experimentar con un proyecto distinto. No podemos esconder o tapar los espejos que reflejan esos errores, al contrario, es indispensable colgarlos en toda pared para verlos con frecuencia y usarlos como barandales de un proyecto que aspira a mucho más.
Pensar en hacer una campaña negativa o del miedo, enfocada solo en lo que los otros hacen mal o cómo lo pueden hacer peor, que busque dar el mensaje de que si nosotros somos malos ellos son peores, sería un error imperdonable para alguien que es optimista, alguien que quiere construir un país menos polarizado donde todos jalemos parejo. Sería un error enfocarnos en lo negativo, en lo malo, en destruir en lugar de construir. Para alguien como yo, que cree en el debate de las ideas, en un México que ve hacia el futuro, con ciudadanos más que listos y dispuestos para un nuevo capítulo de progreso basado en el sentido común y políticas sensibles y donde un gobierno a mi cargo sea capaz de poner la muestra con prácticas frescas, agilidad, transparencia, ideas del siglo veintiuno y no del diecinueve, lo correcto y conveniente es hacer una campaña de propuestas claras que adopten o retomen aquello que indiscutiblemente ha funcionado en el pasado o en otros lugares, pero que no descarte lo que funciona bien hoy. El país tiene prisa y no puede excluir ideas, propuestas, personas o proyectos que tienen mérito solo porque no los inventamos o se nos ocurrieron a nosotros o porque tal o cual persona tiene militancia a la que somos alérgicos.
Ya conocemos las grandes prioridades y temas de los que debería tratarse la elección. Urge recuperar la seguridad, en calles y plazas, no solo de las manos del crimen organizado sino del criminal común y corriente. No podemos seguir pensando en que es normal y razonable tener dos (o más) Méxicos en lo que a situación económica y desarrollo se refiere y que eso es sostenible o aceptable. Nos conviene a todos reducir lo más pronto posible la cantidad de pobres que tiene nuestro país. Debemos despertar cada día pensando que hay unos 60 millones de mexicanos en situación de pobreza y que no podemos descansar mientras ellos no tengan acceso a agua, servicios, alimentos, educación y oportunidades para que sus descendientes puedan escapar de las trampas de la pobreza que los han atrapado por décadas. No se trata de vender ideologías huecas y chocantes. No a la dádiva insostenible, pero tampoco a la ilusión del “desarrollo por goteo” (trickle down) que ha quedado muy mal. Reconocer los problemas de desigualdad e inequidad debe ser parte de cualquier proyecto de gobierno, pero incluso de cualquier reglamento o política por más simple que esta sea. Debemos aterrizarnos y pensar en el peatón y en el consumidor normal, desde el más simple de ellos, ese que pasa horas yendo y viniendo a su trabajo para ganarse unos cuantos pesos que le permitan comer y pagar las mensualidades que nunca acaban de la lavadora que compró a crédito. Al ciudadano de todos niveles, claro que le preocupan los cárteles del crimen organizado y es necesario combatirlos; pero hemos vivido bajo la idea de que los cárteles son solamente organizaciones que operan al margen de las leyes y no es así. El país está en las manos de cárteles económicos, públicos y privados, que imponen su poder a lo largo y ancho de nuestra economía. Son incluso más intocables que los carteles de la droga y no ha habido, ni antes ni ahora, un gobierno que reconozca ese problema y se proponga tomar cartas en el asunto como lo haremos nosotros.
Los cárteles gozan, hoy y antes, de protección legal del sistema en transporte público, carreteras, aeropuertos, combustibles, ferrocarriles, puertos, banca, seguros, supermercados, materiales, comunicaciones, internet, entre otros. Estas líneas deberán ser lo que marque nuestra campaña y la intención que tenemos para ganar tu voto.