No estoy de acuerdo. Las mujeres no son complicadas, sino multifacéticas. De hecho, me atrevo a decir que dejarían de pertenecer a su género si no llevaran consigo ese cúmulo de cualidades maravillosas que las distinguen precisamente de los varones.
Y es que a la mayoría de nosotros nos resultan inescrutables, quizá porque olvidamos que son un verdadero portento, made in sky, así que, por tratarse de un milagro, se nos presentan como criaturas incomprensibles, sorprendentes y seductoramente misteriosas.
No recuerdo a partir de qué momento me declaré profundamente feminista. Quizá fue desde que conocí a mi abuela, Doña Josefina, o “Pepita”, como algunos le llamaban cariñosamente. Creo que fue a través de ella, además de mi madre, como empecé a tomar conciencia de la naturaleza femenina, así como de su valiosísimo papel, tanto en la familia, como en la sociedad, la ciencia, el arte, la cultura, el mundo empresarial, el deporte, la política.
Doña Josefa vino al mundo en el amanecer del siglo veinte; fue sumamente cariñosa. Después de enviudar, se constituyó protectora del clan y, cuando se requería, era muy enérgica. Este juego de modos le permitían poner en orden el caos en el que ocasionalmente naufragaba la familia. Para fortuna nuestra, parece que hoy día este tipo de mujeres se multiplican de manera exponencial.
“Mientras la mujer es todo corazón, el hombre es completamente cerebro”, se decía hasta hace poco. Afortunadamente, esta concepción ha evolucionado. Resulta que las féminas son, por añadidura, extremadamente intelectuales, cosa que difícilmente podíamos reconocer.
Tampoco estábamos ciertos de que los hombres poseemos igualmente la capacidad de abrir el corazón, incluso de llorar libremente y así comprender cosas que, por prejuicios culturales, habían permanecido ajenas para nosotros, en cambio, eran patrimonio casi exclusivo del sexo opuesto.
Para entender un poco más el halo de misterio que envuelve al género femenino, a continuación transcribo una composición del poeta Alejandro José Diaz Valero, misma que comparto a modo de homenaje a ese ser llamado abuela, madre, esposa, novia, amiga, amante, tía, hermana, nieta, hija, sobrina o hija, dicho esto, como si se tratara de un ramillete de delicadas flores:
“Una mujer es un manojo de virtudes… Es una fábrica de hermosura que lucha contra las vicisitudes, sin desmedro de su ternura. Una mujer es un portento de esperanza y sensibilidad; es alma que da sustento a toda la humanidad”.
“Una mujer es manojo de sueños, es sonrisa hecha persona; es el más bello compendio que a la vida misma enamora. Una mujer sencillamente es alguien que vive y sobrevive, manteniendo el corazón latente para hacerse más sublime”.
“Y sin querer pretender dar una definición exacta, una mujer es una mujer, y con esa definición basta”. ¡Feliz Día Internacional de la Mujer!
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