Nuestro amado país es verde como las esmeraldas, lleno de vida y pródigo con quien lo conoce, lo quiere y lo respeta. ¡Qué difícil es encontrar esas tres características en un mexicano! ¡Somos muchos, pero estamos tan solos! En este país se nos vendió que el bienestar de todos depende de la impunidad, la mentira y el egocentrismo, el típico comportamiento ladino hace que brille la frase mágica que arregla todas las cosas y excusa cualquier pecado, fraude o traición: “Hazte pendejo”.
En México la consideración por el pobre, el vago o el incapaz más que acto de caridad parece admiración y homenaje, rendimos culto al pendejo porque al final de todos los cuentos todos lo somos y como no se vale abusar del desvalido, tampoco se puede culpar al pendejo por robar, o haber destruido. Pobre del que no admite su condición, porque sin ella resultaría culpable, responsable y digno de castigo por cualquier error que hubiese cometido.
Así como la confesión católica libra de cualquier pecado a sus adeptos, así lo pendejo exime a cualquiera de consecuencias por sus actos incorrectos; en México las palabras “Se me hizo fácil” son la forma más sencilla y digna de declararse pendejo para el que no tiene remedio o excusa que lo valide.
El valiente sin dudarlo dice cuando le arrebatan la suerte, le roban la novia o lo hacen víctima de cualquier abuso, “Muy merecido lo tengo por pendejo” pero lo dice con pundonor y se da por complacido sin desestima de su digno y muy ufano afán por ser pendejo reconocido.
En otras culturas la venganza rasga todos los velos del tiempo, no importan las circunstancias del que daña, rico o pobre, tonto o inteligente, agraciado o feo, el que lastima paga y la justicia le cobra con la suerte, la libertad o la vida, pero jamás se le excusa por pendejo, ¡Por el contrario! Por ello se le señala y se le castiga, se le separa y se le margina, se le espanta y se le fustiga.
Nuestro problema de falta de justicia tiene mucho que ver con lo que comento; en todos los niveles al pendejo se le perdona, por eso al dirigente se le pinta de cuerpo entero en el reino de los estultos, se le hace burla y se le critica, se le sobaja en los corrillos y hasta en los eventos públicos y a gritos a veces se le consigna como el rey de los brutos.
Y el empoderado bandido, acepta el escarnio y las risillas de los mendigos que creen que lo lastiman, pero en verdad lo sufren, pues al término del día dejará sus encargos y las arcas vacías. El Tlatoani del mexicano puede ser a vistas de todos: ladrón, desabrido y abusón, pero al término del camino es el que sale ganón y como en la pirinola, todos ponen y él toma todo sin condición.
Lo dicen las tablas de la ley “Como es arriba es abajo” y lo que pasa ante tus ojos sucede igual en tus entrañas, para arreglar las cosas tenemos que cambiarlas, pero no solo en los extremos, si no en todos los niveles para cosechar ventajas.
Al final del cuento, si hoy quieres arreglar tu destino, no te fijes en Los Pinos, El Palacio Rosa, o en la en La Casa Blanca, cambia lo que tienes dentro, se responsable, actúa con entusiasmo y no navegues solo o en cortejo, por el camino gastado del que se hace pendejo.
¡Que Dios Nos Bendiga!
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