López Obrador demostró una vez más que su mirada está anclada en el pasado. Es como la Penélope de la canción de Serrat: sus ojos están llenos de ayer y no le permiten contemplar el mañana.
Durante el discurso ofrecido con motivo de su encuentro con su homólogo estadounidense, Donald Trump, el presidente afirmó que “México, tiene algo sumamente valioso para hacer efectiva y potenciar la integración económica y comercial de la región, me refiero a su joven, creativa y responsable fuerza laboral“. Lo que no logra observar es que en el futuro próximo la mano de obra dejará de ser una ventaja competitiva relevante.
La elevada tecnificación está deslocalizando a la fuerza laboral, sobre todo, en la producción y comercialización de bienes y servicios de alto margen de utilidad. A las empresas que han adoptado el desarrollo tecnológico como estrategia central no les importa si sus empleados están en México o en cualquier otra parte del mundo.
La gran apuesta de nuestro país debería ser la ciencia y la tecnología, esas que tanto desprecia. Hoy tendría que estar ocurriendo en México una gran revolución educativa, pensada no en crear mano de obra sino desarrolladores tecnológicos.
El progreso de nuestra nación reclama el abandono de la dependencia tecnológica para diseñar y desarrollar nuestras propias soluciones. Tiene razón el presidente: las y los mexicanos somos creativos y responsables, pero esas cualidades deben aplicarse cada vez con mayor fuerza en proyectos propios.
El T-MEC será aprovechado al máximo por quienes logren fortalecer su industria tecnológica y den sustento científico a sus procesos. El nuevo tratado está claramente diseñado para que esos sean los factores diferenciadores, no sólo porque los estadounidenses ya no quieren perder más fuentes laborales, sino porque entienden hacia dónde va el mundo.
Las empresas más ricas del orbe ya no son las productoras de bienes duraderos, sino las desarrolladoras de las tecnologías que empleamos en la cotidianidad. Hacia allá está el futuro que el presidente no reconoce y que por lo tanto no busca. Es la prosperidad que jamás alcanzaremos si permanecemos sentados en la estación, esperando.
@marcelotorresc
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