12 años escuchando a Andrés Manuel López Obrador y a sus seguidores adjudicar de manera por demás injusta e irresponsable los homicidios del crimen organizado a los expresidentes Calderón y Peña, no nos deben llevar a actuar con la misma bajeza. Sembrar odios y rencores para alcanzar el poder es un acto que merece ser repudiado. Por eso lo digo de manera categórica: los muertos de Tlahuelilpan no son de AMLO.
Sin embargo, sostengo con la misma firmeza que el presidente es el principal responsable de la estrategia fallida empleada en la lucha contra el robo de combustibles y de mentir cada vez que toca el tema. El presidente ha sabido todo el tiempo que el crimen organizado es el principal saqueador de la riqueza de Pemex.
Pero prefiere seguir culpando a los gobiernos anteriores, sin presentar pruebas ni levantar las denuncias correspondientes, como si todavía estuviera en campaña.
No se puede negar la existencia de corrupción en la paraestatal, en particular, de parte del sindicato y sus aliados políticos. Pero, minimizar el papel que juegan los grupos delictivos en el robo de combustible sólo para seguir generando animadversiones contra quienes no comulgan con su proyecto es ruin y contrario al espíritu del estadista que presume ser.
Una y otra vez la realidad golpea las versiones de la Presidencia dejando al descubierto la deshonestidad de López Obrador. Llevaba 12 años sin trabajar y ahora siente el rigor de quien debe atender las elevadas responsabilidades de un presidente. Los únicos que no se fatigan -pero ya lo harán- son los malabaristas de sus seguidores que siguen encontrando justificaciones, cada vez más inverosímiles, a las tonterías de su mesías.
Y mientras el país comienza a enfrentar las consecuencias más serias del desabasto de gasolina y los organismos internacionales reducen sus expectativas con respecto al crecimiento del país; el que jura no ser corrupto manda comprar 671 pipas sin licitación y se pasa por el arco del triunfo las leyes de adquisición.
Va a resultar que estábamos mejor cuando estábamos peor.