La fiesta es una de las formas elementales de la vida colectiva.
Una expresión significativa de la solidaridad comunitaria.
(Émil Durkheim).
Con la fiesta se detiene o al menos, en algunos aspectos se modifica la vida cotidiana de una colectividad, con ella se reviven y se expresan las tradiciones, las costumbres y las ceremonias caracterizadas todas ellas por un elevado nivel de aceptación participativa.
Las actividades festivas son una forma de estructurar y modelar nuestra vida colectiva constituyendo una de sus señales de identidad y cohesión social.
La Matlachinada es todo un rito en Saltillo, los matachines con sus frenéticos movimientos y su atuendo colorido, los que callando hablan, abrieron la fiesta, fueron alrededor de 2000, lo que indica la magnitud de su trascendencia en esta colectividad y muestra también el sincretismo, la fusión entre lo religioso y lo secular que se vive en la ciudad, ya que en unos días los veremos participar reverentemente en las festividades del Santo Cristo.
Fue un acierto la invitación a la gran señora Angélica Aragón, actriz de amplia trayectoria en el teatro, el cine y la televisión, es una profesionista que estudió arte dramático, historia y filosofía de la India en Londres, habla 7 idiomas y además es una activista política que trabaja a favor de las mujeres, contra el abuso sexual y contra la desigualdad en las condiciones laborales, sociales y económicas, faceta que mostró en su charla, “Mis mujeres”; quizá nadie le dijo que estaba en el estado donde predomina la violación, el acoso y el hostigamiento sexual que aumentan año con año, y no faltó el cuestionamiento de que somos las propias mujeres las que educamos en el machismo, sin tener en cuenta que la socialización que se recibe en la escuela, en las iglesias, en las universidades y en todas las instituciones es patriarcal.
El patriarcado es cultura de manera que con lo que hay que tener cuidado es con la racionalidad reduccionista porque la educación no sólo está a cargo de las mujeres, los hombres educan cuando les adjudican a ellas esa responsabilidad y ellos no se inmiscuyen en los asuntos domésticos porque son “cosas de mujeres”, muchas veces las abandonan irresponsablemente dejándoles a ellas toda la carga económica, y educativa de los hijos.
No hay estadísticas de cuántas madres adolescentes tienen el apoyo del padre de su o sus hijos, los padres satisfacen su deseo sexual y se van sin volver a enterarse de cómo sus hijos salen adelante.
Pero Angélica mostró que hay cambios en la conciencia femenina y que los roles de las mujeres ascienden, de manera que vamos acercándonos de muchas formas a la equidad de género y dijo que quizá muy pronto serán las mujeres las que dirijan al mundo, eso avanza.
Es preciso difundir los tesoros de nuestra cultura local, sacarla del desván al que la han arrojado las autoridades, las que sólo en los aniversarios o los festivales especiales la sacan a relucir y eso con figuras nacionales o internacionales, porque los estatales son olvidados, ya que para los gobiernos locales la promoción de la cultura suele ser un elemento no prioritario, algo que se deja para ocasiones de ocio y tiempo libre de la gente, así acostumbran planearlas.
La cultura y el arte deben y pueden ser vínculos renovadores en una sociedad asediada por la violencia, pueden ser contrapesos de los valores negativos que se abren paso en la música, los narcocorridos, por ejemplo.
Las actividades culturales sensibilizan, despiertan la imaginación, encauzan vocaciones, abren las mentalidades hacia universos que están más allá de la violencia, forjando así la seguridad de que otra ciudad, otro país, son posibles, superando el estereotipo de que la cultura y el arte son atributos de las élites sociales y no prerrogativas de todo ser humano.
Por fortuna, aunque muy lentamente, se abre paso la inclusión de la cultura como un derecho humano, algo que bien a bien no se sabe todavía qué quiere decir ni se interioriza aún por parte de los funcionarios públicos. Insistamos, la cultura es prioritaria.