El gobierno y la política usan tradicionalmente el dicho de Maquiavelo “El fin justifica los medios”. Es verdad que erradicar el mal en ocasiones demanda estrategias que implican la utilización de tácticas alejadas de lo moralmente correcto, sin embargo, el concepto de ética que ahora se enseña en las mejores universidades se aísla del concepto moral y se define como el conjunto de costumbres y normas que valoran el comportamiento humano con relación al bien común, en esencia, todos deberíamos dirigir nuestros actos evaluando sus consecuencias para los demás, partiendo de que un mundo en el que todos consideramos al resto de la población es un lugar mejor para todos.
Actualmente han marcado tendencia las notas sobre los acontecimientos de Oaxaca, algunas personas con fines políticos usan este tema para ponerle cuernos y cola al gobierno federal, polarizando el asunto demonizando a unos y deificando a otros, apartando la vista como sucedió en Atenco y con los estudiantes de Ayotzinapa del origen de los problemas.
Dejar correr la injusticia para competir políticamente, es una estrategia fatal para el bienestar de la sociedad y la irresponsabilidad de hacerlo siempre generará crisis mayores en la vida de los ciudadanos. Los problemas de justicia se deben atender con inteligencia, dentro de la legalidad, con toda la energía y herramientas de la fuerza pública y oportunamente, de cualquier otro modo el problema se incrementará y sus consecuencias se desbordarán para la autoridad y lastimarán irremediablemente a la sociedad. Partiendo de lo anterior, debemos reconocer que La CNTE, la CETEG y la APO no son asociaciones de maestros que pretendan algo justo.
El presupuesto nacional para la educación, tiene un fin trascendental para el bien estar social y el cumplimiento de sus objetivos es fundamental para conseguir una mejor forma de vida para todos, solo niños con los conocimientos necesarios para progresar y salir adelante en un entorno mundial, podrán superar el nivel de vida de este país. Es una realidad que los niños de México son tan inteligentes y capaces como los de cualquier otra parte del mundo, por lo tanto merecen maestros tan buenos como los de China, Japón, Chile, España, los Estados Unidos, Inglaterra etcétera, si caemos en la vieja excusa de que las regiones de México tienen que dar tratos especiales a sus maestros mientras sus resultados son tan vergonzantes como lo han sido siempre, la ruta de salida del malestar nacional difícilmente se encontrará.
Los mexicanos debemos tener claro que los maestros deben ganar tan bien en lo público como en lo privado; que deben trabajar tanto como trabaja cualquier profesional en cualquier otro tipo de labor; que su trabajo es exclusivamente la educación y se les paga solo por ello, así como se le paga a un arquitecto por diseñar y construir, a un médico por mejorar la salud de sus pacientes y a un artista por sus obras, sin omitir que la calidad de lo que producimos y el aprecio de nuestros clientes privados o públicos por los productos que entregamos es el único factor por el que se puede establecer la contraprestación que recibimos de ellos, directamente o a través de los impuestos que todos pagamos.
En resumen, nadie puede tener mas seguridad que la que da la apreciación de nuestros productos, y está también debe estar sujeta al costo que la comunidad puede pagar y a la libre elección que los ciudadanos deben tener para elegir quien o como le de el servicio.
Nadie debe aspirar a beneficios que no se justifiquen en el valor y calidad de lo que produce, ya sea estudiantes con conocimientos mejores o iguales a los que se señalan en los estándares mundiales ni objetos o mercancías demandados por un mercado cuyas características lo satisfagan.
Hoy no permitas que el error de algunos sea la justificación de los malvados.
¡Que Dios Nos Bendiga!
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