Se fue Manlio Beltrones de la dirigencia del PRI. Recibió hace un año un partido resentido, autoritario, cerrado a la autocrítica y abandonado de sus bases y por sus bases. Un tricolor ensoberbecido porque, en vez de ser auditor político de sus gobiernos emanados, es espejo de la soberbia institucional. Extraviado y autócrata, dirigió al tricolor Beltrones, y dejó una huella indeseada: la derrota histórica y el camino minado.
La elección presidencial a la vuelta de la esquina y el rompecabezas del PRI, no tiene orden ni forma. ¿Cómo “vender un modelo de país” si sus dueños temporales, ya lo han vendido todo?
No hay recetas para este guiso. ¿Llegará al relevo un viejo colmilludo o un bebesaurio con ideas antiPRI, un conciliador o un trinchón para la alquimia, un humilde político quizás u otro soberbio precandidato? por lo pronto y aunque sea estatutario, llega al interinato la prima del presidente. Nada sirve, ninguna receta es buena, si la visión de estado es la misma y si el estado, manda al tricolor.
Los partidos le fallan a la democracia y los políticos no tienen ética. ¿Cuál partido se salva, cuál dirigencia es autocrítica, que gobierno es honesto? Estamos en una grave crisis de valores y de credibilidad, y desde las cúpulas ensoberbecidas, se sigue dándo golpes al pueblo. La gente grita por sangre y la fila de los politicos cual reses al rastro, es interminable. Los partidos se culpan unos a otros y cuando se trata de elegir aspirantes, los dueños de los partidos dicen a quienes elegir. Nadie escucha, los negocios son el motor de la nave y la nave esta al garete en una mar picada. Las leyes antisociales se votan en acuerdos partidarios en las bancadas, la gente es lo de menos ante las componendas multicolores.
Los independientes de vida corta, nacieron y ya se acabaron. Los partidos están extraviados del pueblo, cerrados a la autocrítica y alejados de la democracia interna, que es reflejo de la feneciente democracia nacional. ¿Qué opción hay entonces, votar alternativamente, si falla el tricolor voto al albiazul y si falla éste, al amarillo y si no, al moreno? Al fin de cuentas, no hay a cual color irle ni hay un solo individuo en el mapa, que represente: la honestidad para gobernar, la transparencia para conocerlo y la ética política que dicte su conducta.
Los gobiernos andan muy sueltos. El nacional no pone el ejemplo en honestidad y transparencia, por el contrario, deja huellas diarias de sus deslices y negocios. Los estatales son soberbios, se enriquecen empobreciendo al pueblo. Ya los negocios no son la moda, son la constante y además, se llevan el dinero del cajón. Las leyes son a modo del político y son arbitrarias al pueblo. Se desgarra a la familia y se golpea a la sociedad. La economía se descompone desde fuera. Dentro, las deudas se acumulan ante el desfalco al erario. La complicidad con el crimen agrava la seguridad, y con ello se compromete el patrimonio nacional, que se juró defender. En las entidades los gobernadores controlan a sus partidos, imponen reglas y candidatos, y hasta quieren dejar sucesores.
El amor a México es asunto cursi, pasado de moda. La descomposición política hiede a podrido, la crisis financiera se siente en el enrarecido aire nacional. Un estallido social como reacción, ya no es un disparate.
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