Ganaremos la partida

El Coronavirus nos trae de cabeza. Poco se habla de otras cosas en las noticias, en las redes sociales y hasta en las reuniones familiares. Los mercados no han sido inmunes a su contagio, consecuencia de la parálisis de algunas economías como la china y la italiana, pero, sobre todo, de la incertidumbre hacia el futuro.

Aunque la posibilidad de su contención es aún remota y el nivel de afectación a la humanidad de pronóstico reservado, vale la pena analizar el fenómeno desde un punto de vista más amplio y con un sentido antropológico.

Durante siglos, quizá milenios, la población sobre el planeta osciló entre 200 y 400 millones de seres humanos. A pesar de que la tasa de nacimientos por familia era relativamente alta, la cantidad de personas se mantenía estable por los controles naturales de natalidad: guerras, hambrunas y pandemias.

En la antigüedad el mundo vivía en conflicto permanente, miles de personas morían al año en cada núcleo poblacional. La alimentación de los nómadas dependía de la recolección y caza, cuya disponibilidad ajustaba de forma natural la cantidad de personas. Después de instituida la agricultura y la ganadería, la ausencia de pesticidas y vacunas animales permitía la llegada de plagas y enfermedades que arrasaban con los alimentos y las vidas humanas.

La peste negra, que acabó con más de un tercio de la población europea en el Siglo XIV, o la viruela, que aniquiló al 90% de la población nativa del Nuevo Mundo tras la Conquista, son solo algunos ejemplos de epidemias ejerciendo su control poblacional sobre el mundo. Enemigos vencidos gracias a la ciencia y los avances médicos de la humanidad.

Llegamos al Siglo XIX con la impresionante cifra de mil millones de habitantes, punto de arranque de la explosión demográfica. Desde entonces el crecimiento poblacional ha sido exponencial, llegando a los 7.7 miles de millones de la actualidad.

Ya no hay hambrunas generalizadas, y las guerras son cada vez más aisladas y menos letales. Solo le queda a la naturaleza, agraviada por tanta contaminación, destrucción, irresponsabilidad y apatía, echar mano de los virus para controlarnos. Para ellos también tenemos medicamentos y controles sanitarios, así que no dudo pronto le ganaremos nuevamente la partida, como lo hicimos con la Influenza y muchos otros agentes patógenos en el pasado.

Por mientras, no nos queda más que fortalecer los mecanismos de prevención sanitaria, financiera y económica, ya que mientras continúe la incertidumbre seguirán presentes los riesgos sanitarios, la volatilidad de los mercados y el estrés social que nos impide actuar racionalmente.

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