No cabe duda: Quienes nacimos entre finales de la década de los 60´s y principios de los 80´s somos una generación de sobrevivientes. Algunos nos conocen como “Generación X”. Somos hijos de los “Baby Boomers” y padres de los “Millennials”. Nos tocó ser testigos de los avances tecnológicos que juegan a favor de nuestra seguridad, pero al mirar al pasado no podemos más que preguntarnos: ¿Qué hicimos para sobrevivir?
En esa época los automóviles eran menos seguros que los actuales, sin bolsas de aire ni frenos de disco ni sistemas ABS; tampoco existían las hoy indispensables sillitas para transportar menores en los vehículos, y el cinturón de seguridad era un artículo decorativo, utilizado solo cuando viajabas a Estados Unidos. Y, a pesar de eso… ¡Sobrevivimos!
No se empleaba la palabra “orgánico” para justificar un precio superior en los productos alimenticios, pues la mayoría gozaba de esa condición; los geles antibacteriales y los aerosoles desinfectantes existían sólo en la ficción. Y, no obstante… ¡Sobrevivimos!
Las puertas de la casa se aseguraban sólo de noche. Jugábamos fútbol en campos agrestes. Pedaleábamos la bicicleta en cuanta oportunidad teníamos, con la condición de regresar a casa antes del anochecer. No usábamos casco ni rodilleras, ni llevábamos un celular que pudiera referenciar nuestra ubicación a nuestros padres. Y, aun así… ¡Sobrevivimos!
El cinto y la chancla eran nuestros psicólogo y terapeuta en casa. La palabra “bullying” no existía y “la carrilla” era solamente eso, pues rara vez subía de tono. De lo contrario, unas trompadas a la salida de la escuela, y listo. Al siguiente día, tan amigos como siempre. Y, a pesar de esas salvajadas… ¡Sobrevivimos!
Que los niños ayudáramos a nuestros padres en sus labores durante las tardes, los sábados o en periodos vacacionales, no era visto como explotación infantil sino como una extraordinaria oportunidad de fortalecer nuestros valores, aprender a ponderar mejor las cosas y a conocer de raíz el negocio familiar. Y, sin embargo… ¡Sobrevivimos!
De pequeño me tocó todavía viajar en avión al lado de algún fumador compulsivo y respirar su humo durante horas. La imagen que recuerdo de algunos maestros de primaria es fumando cigarrillo tras cigarrillo, a tal grado que el aula permanecía llena de humo durante su clase. Y, con todo y eso… ¡Sobrevivimos!
Y aquí seguimos, con cicatrices en las rodillas y en las cejas, mas no en el alma, tratando de inculcar a nuestros hijos los buenos valores familiares, y luchando contra la inercia hedonista y la tecnología aislante. Pero de algo estoy seguro:… ¡Sobreviviremos!