Guerrero. José Rosas Moreno

En los montes del Sur, Guerrero un día
alzando al cielo la serena frente,
animaba al ejército insurgente
y al combate otra vez lo conducía.

Su padre, en tanto, con tenaz porfía,
lo estrechaban en sus brazos tiernamente
y en el delirio de su amor ardiente
sollozando a sus plantas le decía:

Ten piedad de mi vida desgraciada;
vengo en nombre del rey, tu dicha quiero;
poderoso te hará; dame tu espada.

¡Jamás!, llorando respondió Guerrero;
tu voz es padre, para mí sagrada,
más la voz de mi patria es lo primero.

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