Hasta que la muerte nos separe

Para nadie es una novedad el incremento desproporcionado de los divorcios en las últimas décadas. Los números alarman. En México concluimos el siglo XX con un crecimiento exponencial, y en lo que va de éste, según el INEGI, se le suma al índice casi un 140% adicional.

Es un fenómeno mundial, no privativo de nuestro país. Sus estragos son evidentes y lamentables: niños traumatizados e infelices, jóvenes rebeldes y desorientados, adultos que fracasan y repiten el patrón, generando un círculo vicioso que corroe las entrañas mismas de la sociedad.

Según estudios publicados, las principales causas apuntan a fallas en la comunicación de las parejas, problemas de drogadicción y alcoholismo, situaciones de violencia intrafamiliar, el desgaste de la rutina o la asfixia del aburrimiento. Factores influyentes sin duda, pero los siglos precedentes no estuvieron exentos de ellos. Entonces, ¿a qué se debe el reciente alud de divorcios?

Algunos culparán a la proliferación de las redes sociales, por su relativa novedad y sus características de todos conocidas; otros, a la pérdida de valores y a la instauración del hedonismo como filosofía de vida. Claro, todo eso influye, pero sólo explica en una fracción lo despiadado del crecimiento.

Una de las principales causas del fenómeno ha sido, paradójicamente, el incremento en la esperanza de vida de la población. Aunque parezca increíble, la pacificación del mundo y los avances médicos están poniendo en riesgo, sin quererlo, la cohesión social. Durante el siglo pasado la esperanza de vida casi se duplicó, pasando de 40 a más de 70 años.

Nuestros ancestros diseñaron la institución del matrimonio, en sus vertientes civil y religiosa, en condiciones y con expectativas muy diferentes a las actuales. Al sellar el vínculo con la frase “hasta que la muerte nos separe”, se presagiaba que lo más probable era que eso sucedería en las próximas dos décadas. A partir de ahí, al cónyuge sobreviviente le quedaban aún años de añoranza, de recuerdo… y de libertad.

Para los matrimonios actuales la probabilidad de permanecer juntos medio siglo o más, es alta. Y no sólo eso: autores como Yuval Noah Harari advierten una esperanza de vida mucho mayor para finales del presente siglo.

Soy un entusiasta creyente del matrimonio como sostén básico de la familia y de la sociedad. Para cualquier pareja el reto es grande, mucho más grande que antes. Ahora, un matrimonio exitoso es un trabajo de equipo, en el que la prudencia, la tolerancia, la lealtad y la confianza son los ingredientes alquímicos básicos para alcanzar las tan anheladas Bodas de Oro.

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