El país no es el mismo luego del Culiacanazo.
Ahí, en Sinaloa, estaba el control total y parecieron ignorarlo.
Cómo si no supieran ¡qué México heredaron!, como desconociendo una realidad intacta desde el 1 de diciembre del 2018.
Cierto, el crecimiento del control criminal no es algo generado de ahora, pero ha transcurrido “un año de gobierno” y nada ha cambiado.
Los mensajes del pasado reciente
Los perdones han confundido a propios y a extraños. Dentro del gobierno, desde la sociedad y en el propio seno delincuencial.
Apelar a la buena voluntad de los carteles y capos, es burlarse de los agredidos.
Los “soldados de La Patria” también reciben mensajes que los desaniman. Una milicia en la calle, contaminándose del hedor y las tentaciones de la calle, ahora afloja el cuerpo y se deja vulnerar (desde el poder federal y hasta por bandidos de medio cayo que los cachetean en retenes).
Los capos ríen y retan. El gobierno responde débil y cómico. Irresponsable y evasor, el propio ejecutivo federal juega con frases de folclor y de pachanga:
“Te voy a acusar con tu abuelita”.
“Los criminales, fuchi-guácala”.
“Abrazos no balazos”.
Los mensajes del doloroso ahora
Luego, se envalentona el gobierno porque la DEA le marca la pauta y pretende dar un golpe mediático y arrestar a uno de los 20 hijos de un capo preso en Colorado, USA (y vamos que no pretendo minimizar a este grupo ni a cada uno de los 20 hijos, ya fuimos testigos de lo que hay, de lo que son y pueden).
Un “operativo sorpresa que es contrarrestado. Una escena de guerra que asusta al gobierno como si ignorara contra quién y en que terrenos peleaba.
Le aprietan las tuercas al Presidente y afloja todo.
Sueltan al muchacho y apelan a “la vida del pueblo mejor que un arresto”… Y eso ya lo sabían (el valor de las cosas), y eso de la fuerza y el control total también lo sabían, pero se quisieron sentir grandes por un rato y distraer del fracaso económico nacional.
No arreglaron nada. Sí distrajeron por un momento de un PIB casi cero y de la recesión técnica, pero se desprestigió todo el nuevo rol de los federales, de la insulsa Guardia Nacional y a más, enzoquetaron a El Ejército y a La Marina, dejándolos vulnerables, mal parados y visiblemente encabronados.
“Toda la culpa es del Ejército por desorganizados e improvisados”. Los gringos que motivaron la reyerta, callan ahora ante el ridículo y la rendición nacional (de México). Nadie renuncia en el gabinete ni en el gobierno, ante el fracaso y la vergüenza.
Los capos, fortalecidos en ánimo y fuerza, se burlan más del desprestigio federal y mandan “dar las gracias al cristiano y humano presidente”. Lo invitan (al achicado mandatario, padre del pueblo sabio), a inaugurar pronto una universidad patrocinada por estos criminales “populares”, en esa tierra de ellos.
Avisan al gobierno (y este asume y asiente) que “se harán cargo de los heridos y de los muertos”, erigiéndose a más de fortalecidos, en benefactores del pueblo y remediadores del daño que “el gobierno creó, por incomodar a tan amables señores del crimen muy organizado”.
Y miren, una buena parte de los heridos y muertos que cuidarán los malos, “agredidos y pontificados”, son soldados y marinos.
Adivinen ¿a quién agradecen hoy los soldados, al gobierno que los expone y luego de la sangría ordena recular (y entregarse), o al joven capo (uno de 20 y solo de esa marca y hay 40) ese que luego de “solo defenderse del atacante gobierno” regresa y los soba y apapacha?
Herencia Maldita
Una herencia de descomposición social y de criminalidad desbordada recibió este régimen, hace un año.
Payaseando y evadiendo, dejó pasar el tiempo el ya no tan nuevo gobierno federal, y nos hizo creer que se armaba, capacitaba, depuraba y organizaba (así como el crimen organizado).
Dio un golpe, uno solo, uno inaugural y terminó apelando a la comprensión social, porque “este gobierno si valora la vida del pueblo (no como aquellos neoliberales inhumanos e insensibles)”.
Heredaron un monstruo de mil cabezas y lo ignoraron.
Quisieron luego de las bromas y las amnistías, pegar un golpecito a una parte del gran paquete criminal, diseminado y apoderado territorialmente en la geografía nacional. Y todo resultó mal.
“Salimos de Culiacán” (gobierno y pueblo) vapuleados, demeritados y atemorizados.
Una herencia maldita se heredó de regímenes anteriores, sobre todo del más reciente (del corrupto PRI, del corrupto Peña Nieto y compañía). Pero también de los dos anteriores del PAN (de Fox y Calderón) y de 70 años de gobiernos tricolores y cómplices.
Pero, temprano en el sexenio, muy joven el gobierno para heredar, otra herencia maldita se cierne:
Desprestigio de la milicia (la policía de la calle).
Fracaso de la inoperante estrategia de inteligencia policial.
Desanimo popular.
Engrandecimiento de la figura criminal, cual apología del delito desde Palacio Nacional.
Debilitamiento de la imagen presidencial y descrédito nacional en el exterior.
Riesgoso desarreglo de la relación de mando y respeto entre Ejército y gobierno civil.
Mal ejemplo para cualquier criminal.
Confusión mayor del rol del “nuevo gobierno”, con fantasmas de complicidad y debilidad consentida, que costará años y hartos resultados, para revertir siquiera.
Nota
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