No basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo.
Eso dijo Julio César mientras recriminaba a su esposa Pompeya porque un patricio se atrevió a irrumpir a su fiesta sin invitación, con el objeto de apreciar su belleza.
Como entonces, ahora los mexicanos queremos que el próximo presidente no solo luzca o se vanaglorie de honesto; pues la modestia también es señal de dignidad, virtud y mérito, características con las que se define la palabra honestidad según la Real Academia Española.
¿Pero cómo podemos pedir decencia a quien se gloria de su falta? Pues esta es otra característica indeclinable de la mencionada honestidad que tampoco se encuentra en varios de los que aspiran a gobernar a nuestro país. ¿Cómo se puede exigir respeto a quien no es capaz de darlo? Menos cuando sin decoro se refiere a sus adversarios con las voces que se identifica a los chanchos: Cerdos, cochinos, marranos, puercos, ¿Que mal han hecho esas bestias para que se les identifique con los sucios políticos que nada nos dan y tanto nos quitan? Sin duda es injusto el uso de la palabra cochino por quien pretende hacer escarnio de sus enemigos, mientras sugiere para redactar las leyes que todos debemos obedecer a ladrones, traidores y príncipes sindicalistas, que viven como “Fifís”, y pretende establecer una constitución “Moral”, emulando a aquel programa de renovación “Moral” que distinguió a quien nos hizo soportar la más catastrófica inflación de que se tiene memoria en los 80´s. Él también quiere traer de regreso a un Pirrurris que gasta 100 mil dólares que le son entregados en efectivo por algunos de los pocos miembros que quedan en su sindicato, mientras vive fuera de México y ya adquirió la nacionalidad del país en que reside y donde dispone sinvergüenza del dinero que debería servir para ayudar a los atribulados mineros mexicanos expuestos a toda clase de riesgos, el nefando también presume de grados académicos que adquirió sin respirar el polvo de carbón en las oscuras entrañas del desierto coahuilense, ni siendo tratado como ladrón por las empresas del país del cual ahora es ciudadano, enterrado en las minas zacatecanas, donde extraen oro y pagan pesos devaluados a obreros que son indignantemente pasados por la báscula para asegurarse que no lleven entre sus ropas o entrañas muestras del codiciado metal.
Sin duda ser honesto es más que aparentar no tener nada, si nada incluye a un partido que ejerce cientos de millones de pesos anualmente con la exclusiva misión de hacerlo presidente, presupuesto que dice ha servido para que recorra los 4500 municipios de un país, que tiene apenas más de 2400. Mentir es símbolo inequívoco de deshonestidad, así como encumbrar a quien roba a los mineros, o a los maestros, o peor aún, a los niños que merecen una educación de calidad y pretende hacer de nuevo rehenes de una caterva de vándalos sindicalistas que se reparten plazas entre compadres y luego heredan a sus descendientes como patrimonio propio, mientras se creen derechosos del presupuesto nacional para la educación de nuestros niños. El Fantoche presume una cuantiosa cantidad de escritos de su autoría, y cree que por ese crédito tiene el grado de intelectual, cuando con dificultades en 14 años terminó una carrera profesional y difícilmente puede hacer que la suma de sus porcentajes se ajuste a 100.
Esa es la “honestidad” y capacidades del hoy puntero en la carrera presidencial ¿Es eso lo que mereces?
¡Que Dios Nos Bendiga!
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