Inspiración. Una enfermedad contagiosa.

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Calentura de pollo, pocas personas pueden evitar contagiarse por lo menos una ves en la vida, de esa enfermedad que permite evitar por un día la fastidiosa obligación de cumplir con el deber. La enfermedad se diagnostica por los departamentos de Recursos Humanos de muchas empresas mexicanas, no tiene razones orgánicas para su contagio, pero sin duda es territorial y abunda mas el primer día hábil de la semana. Este extraño mal suele convertirse en una terrible epidemia los lunes; sin embargo, el número de decesos relacionados con el mal, no se presenta en las personas que lo padecen y es mas fácil que mueran de coraje quienes pagan salarios a los faltistas, que los enfermos mismos.

La mayoría de las enfermedades flotan en el ambiente, se inoculan en un huésped y después de colonizarlo suelen infectar por contacto directo a otras.

En raras ocasiones una enfermedad se difunde directamente del ambiente a la mayoría de los infectados, y eso se debe a que pocas personas son susceptibles de adquirir el bicho y permitir que este se desarrolle y reproduzca; pero cuando el virus encuentra a la persona adecuada, la usa como incubadora y fortalecido sale a esparcirse intensamente por el mundo.

Así como las enfermedades, la ansiedad necesaria para mover a miles de personas y hacer que estas empujen al mundo en busca de cambios, suele gestarse en un individuo, no se trata de un virus o bacteria, si no de un potente sentimiento que se instala en la cabeza del huésped y evoluciona hasta convertirse en una erupción que sale en forma de arengas y discursos incendiarios envolviendo el alma, el corazón y el cuerpo de pueblos enteros, estas personas sienten al principio algo de repudio o un dejo de inconformidad, pero al tiempo, el sentimiento evoluciona y se transforma en odio que luego explota con una ira irrefrenable.

Los mexicanos nos distinguimos por una extraña tibieza que no progresa, tal vez por un espíritu ladino, en donde la trampa y el engaño se han convertido en una parte tan común de nuestras vidas, que todos en un momento dado somos presa de una vergüenza ahogada, vergüenza que nos impide sentirnos dignos de odiar con repulsión lo ilegal, lo sucio, lo impuntual y una enorme cantidad vicios con los que la vida nos han obligado a lidiar.

Cuando el camino de la repulsa está cerrado por la incapacidad de sentir aversión hacia lo malo, se genera miedo a las consecuencias de una ley que alcanza a todos y reprime a los infractores. Tal vez por eso resulta tan difícil sentirnos mal ante el abuso, la corrupción y la falta de justicia. Sin embargo, cuando una persona o un pueblo no pueden sentir un coraje como el de los alemanes en la II Guerra Mundial, o como el de los cristianos contra los moros durante las cruzadas, la única forma de encender al pueblo es la inspiración que nace de la esperanza por una vida mejor, y esa cepa al igual que cualquier otra infección, crece y se desarrolla en una persona que anhela alcanzar su ideal y en consecuencia infecta a quienes tiene cerca, generando una ola de adeptos que mas tarde nadie puede parar.

Esperamos que el huésped o portador inicial de esta inspiración que necesitamos en México se presente pronto y que sus fines sean buenos, pues es evidente que los mexicanos necesitamos despertar y miles de personas buscan a alguien justo que las pueda liderar.

¡Que Dios Nos Bendiga!

hlaredom@gmail.com

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