15’ diarios de juegos en familia pueden hacer una diferencia importante en el desarrollo de los niños.
A lo largo de 14 años de práctica clínica con niños y padres, la psicóloga portuguesa Inês Afonso Marques se ha acostumbrado a escuchar a los más pequeños quejarse de la falta de tiempo de sus padres para jugar. “Y los padres confirman que no tienen tiempo y no pueden jugar con sus hijos”, lamenta.
Por lo tanto, para ella es común “recetar” 15 minutos de juego diario a las familias, algo que llama tiempo especial. “En poco tiempo ya se notan mejoras en términos de humor, que reducen el número de berrinches, mejoran la autoestima y la satisfacción”, dice la profesional, que acaba de publicar en su país el libro ‘Jugando también se educa’.
Para Afonso Marques, no se concede la merecida a importancia al tiempo para jugar y a la participación de los padres en esa actividad.
“Jugar debe ser tan obligatorio como cepillarse los dientes”, dice en declaraciones al periódico local Diário de Notícias, enfatizando que “a través del juego podemos transmitir un conjunto de lecciones y oportunidades de aprendizaje para los niños”. Además, los padres “tienden a ser los compañeros de juego favoritos de sus hijos”.
Con su obra, la profesional quiere “desmitificar la idea de que se necesita mucho tiempo” para jugar. “Si hay tiempo de sobra, maravilloso. Pero 15 minutos diarios especiales, en los que los padres estén realmente centrados en sus hijos, pueden ser suficientes para transmitir oportunidades importantes a los niños”, explica. Este es un “tiempo razonable, un punto de referencia que realmente puede hacer una diferencia”, si se les da la relevancia que merecen, independiente de la cena, el correo electrónico, las tareas domésticas o los deberes de la escuela.
“Quince minutos al día pueden hacer una diferencia muy significativa en el crecimiento y la dinámica familiar de un niño. Además de los lazos emocionales, hay muchas habilidades que pueden ser estimuladas”, ecplcia, refiriéndose, por ejemplo, a la creatividad, la imaginación, la capacidad de resolución de problemas, el descubrimiento de emociones. “Ese tiempo es una especie de tubo de ensayo en el que los niños experimentan una variedad de habilidades que podrán aplicar en la vida real en el futuro”.
En la opinión de Afonso Marques, es necesario que haya flexibilidad: darles a los niños espacio y tiempo. “Jugar implica ensuciarse, desordenar, hacer ruido. Todo esto hace que los juegos sean muy ricos”. Hoy, se lamenta, los niños juegan cada vez menos al aire libre: “hay casi un analfabetismo para jugar”, asegura, y destaca la negativa perdida del “rico contacto con la naturaleza: trepar a los árboles, jugar con el agua, crear historias en diferentes escenarios”.
Tanto en consulta como en su libro, la psicóloga ofrece sugerencias de actividades aplicables hasta la adolescencia temprana. Sin embargo, advierte, “a partir de ahí, los 15 minutos siguen siendo importantes, pero la forma de interacción no será tanto a través de los mismos juegos que antes”. Después de los 12 o 13 años, se pueden disfrutar minutos especiales, por ejemplo, con juegos de mesa, carreras, deportes, paseos en bicicleta o incluso cocinando algo juntos.
A continuación, algunos de los sencillos pero entretenidos juegos que Afonso Marques sugiere para llevar a cabo en familia.
Conjunto de objetos
Imagine diferentes objetos: un zapato, una pelota roja, un libro, una silla, una sábana, una caja. Juntos, intenten pensar nuevas funciones para cada uno de ellos. ¿Quién es más creativo? ¿Los padres o los hijos? Dado que el juego no implica estar en presencia de objetos, se puede realizar en cualquier lugar. Es una actividad simple que estimula la creatividad, la curiosidad y las habilidades para resolver problemas.
Cajas de misterio
Coloque varios objetos en cajas sobre una mesa. Tape los ojos a los niños y desafíelos a adivinar qué objetos son, estimulando los sentidos. Puede utilizar, por ejemplo, canela en polvo, té, pétalos de flores aromáticas, sal, arena, virutas de lápiz, bolitas de algodón, espumaplast, bolitas, tiza, gelatina, espuma de afeitar, gomas, cáscaras de frutas, granos de arroz y un sinfín de posibilidades.
Calendario de afectos
Se trata de hacer un calendario de actividades que estimulen el afecto. Pueden programar un día para que los niños hagan la cena (supervisados por adultos), reciban un masaje antes de dormir o -en verano-disfrutar de un baño a manguera en el patio. Estas son actividades simples que estimulan las emociones y fortalecen los lazos familiares. También pueden construir una caja antiestrés para toda la familia, cuyos objetos ayudarán a traer calma en momentos de ansiedad.
Juguetes sin juguetes
Dibújense unos a otros y cuelguen las obras por unos días en un sitio visible. Compartan un picnic, lean un libro juntos, planeen un árbol, disfruten una guerra de almohadas. Inês Afonso Marques sugiere bailar en familia, saltar dentro de los charcos, hacer una búsqueda del tesoro, probar la motricidad y la paciencia con el origami, diseñar un escudo de armas familiar, entre muchas y variadas posibilidades. Hay muchas actividades que no necesitan objetos especiales. Tan sencillo como darse un chapuzón en el mar.
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