La balada del Chapo

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Jamás en su vida soñó que su nombre apareciera junto a los hombres más ricos del mundo: Bill Gates, Carlos Slim y Waren Buffett. Cada año, en la última década, la revista Forbes lo incluía entre los hombres más ricos y poderosos del planeta. Los medios más importantes del mundo le cedían espacios como una celebridad: The New York Times, El País, la revista Rolling Stone e incluso productores de Hollywood lo recibían con los brazos abiertos para recrear su historia. Sus fugas de las principales prisiones de “máxima seguridad” (primero de Puente Grande, en Jalisco, después la del Altiplano o de Almoloya como se le conoce) lo hicieron más famoso, casi una leyenda. Medio año anduvo a salto de mata hasta que calló como una verdadera rata, saliendo de una alcantarilla.

El Chapo, al fin de cuentas, representa, o es tal vez más que un símbolo de la decadencia de la narcopolítica. Su fuga no tuvo nada de espectacular, contó con la complicidad del aparato de inteligencia encargado de resguardar la seguridad del penal de máxima seguridad, el de Almoloya, donde se encuentran los presos más peligrosos del país.

Sean Penn el famoso actor norteamericano y la actriz Kate del Castillo –hija del Erick del Castillo que milita en las filas del PAN y ex esposa del exfutbolista Luis García, que ahora es un comentarista de televisión, fueron el contacto que fatalmente, para su causa, lo llevó de nueva cuenta a su detención por parte de elementos castrenses.

Como él años atrás uno de los más poderosos narcotraficantes de los ochentas, Rafael Caro Quintero se sentía en los cuernos de la luna. Hubo señalamientos de que corrompió al mismo secretario de la defensa nacional, al general Juan Arévalo Gardoqui y a todo un batallón del ejército puesto a su disposición en el mayor sembradío de marihuana en la historia del país.
Caro Quintero un hombre sin estudios y la más mínima cultura, se hizo popular y sedujo a amplios segmentos de la sociedad. Los medios lo convirtieron en un personaje simpático y atractivo.

El comediante José Natera se convirtió en su principal panegirista. En la televisión se hacían chistes y se endiosaba a la figura de Caro Quintero, como ahora ocurre con el Chapo Guzmán, a quien muchos han idealizado como un “héroe”. No importa que haya ordenado la matanza de innumerables familias, que encargara asesinatos de periodistas y más de tres mil ejecuciones de sus adversarios

Casi tan famoso como Osama Bin Laden, el Chapo buscaba contar su historia. A su manera. Se ve asi mismo como un benefactor, como un hombre bueno, un hombre que vive fuera de la realidad, en su megalomanía, un hombre sólo y enfermo de complejos. Un asesino que busca la compasión de los demás. Un hombre bipolar, insensible, un hombre que le teme a la muerte y que ha tenido la suerte de escapar de ella muchas veces.

Su historia comienza cuando de niño vendía naranjas en un puesto callejero en el pueblo de La Tuna, en el municipio de Badiraguato. Sólo estudió –si se le puede llamar así– hasta segundo año de primaria. Con dificultades aprendió a leer y escribir. Para acudir a clases caminaba durante cuatro horas para llegar a la escuela, distante a 60 kilómetros de su ranchería. Su padre Emilio Guzmán, un hombre que ni siquiera sabía leer ni escribir, era un gomero, un campesino que se dedicaba a la siembra de opio como lo hacen casi todos los campesinos y agricultores de los pueblos del llamado Triángulo Dorado. Su madre Consuelo Loera ni se diga, jamás pisó una escuela. Cuando el Chapo alcanzó los 15 años su tío Pedro Avilés Pérez lo puso a sembrar marihuana. A los 18 años –ya hecho un hombre– comenzó a “trabajar” como sicario al servicio del capo Miguel Ángel Félix Gallardo.

Padre de nueve hijos, seis barones y tres mujeres, el Chapo Guzmán s principios de los noventas comenzó a erigir su imperio a la caída de los fundadores del Cártel de Guadalajara (Félix Gallardo y Caro Quintero). Fundó su propio Cártel de Sinaloa llamado originalmente Alianza de Sangre.

A punto de cumplir sesenta años, el Chapo Guzmán puso de cabeza al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, quien celebró como un trofeo la captura de este criminal por el que se ofrecían 5 millones de dólares de recompensa.
El gabinete en pleno festejaba la captura del narco legendario.

Peña Nieto estará agradecido eternamente con el Chapo Guzmán porque su captura se dio en el momento en que la popularidad de Peña Nieto se encontraba por los suelos, principalmente por la corrupción de su gobierno comenzando por la mismísima casa presidencial, mientras en Almoloya suena triste la balada del Chapo Guzmán.

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