La honestidad, hablar y actuar con sinceridad, es más que no mentir, engañar, robar o hacer trampas. Implica mostrar respeto hacia los demás y tener integridad y conciencia de sí mismo. La honestidad es la base de la confianza y la clave de las relaciones sociales; nos da esperanza, confianza, compasión y mejora la toma de decisiones.
La honestidad puede mejorar la salud mental y física. Por otro lado, la falta de honestidad puede aumentar la presión arterial y el ritmo cardíaco y provocar otras consecuencias negativas para la salud.
La comunicación, honesta pero compasiva, promueve la apertura y la confianza y es esencial para el funcionamiento de las relaciones sociales e íntimas. La (auto)honestidad -ser sinceros con nosotros mismos- es esencial para construir la confianza, la integridad y el autoconocimiento. Estos son factores de protección contra el consumo de sustancias y otros comportamientos de riesgo.
La honestidad es esencial para el progreso social y el desarrollo en todo el mundo. La verdad sienta las bases del progreso, mientras que la deshonestidad contribuye a crear mayores conflictos.
Existe una diferencia neurofisiológica entre el engaño y la verdad a nivel de activación cerebral, lo que contribuye a una reacción de estrés cuando somos deshonestos.