La confianza no retoña

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De todos es sabido que las encuestadoras en nuestro país no pasan por su mejor momento. Los pronósticos de las contiendas electorales de los últimos años no solamente han sido imprecisos, sino, en mucho casos, completamente equivocados al confrontarlos con la realidad del día de la elección.
 
Todo esfuerzo por mejorar sus técnicas y procedimientos para recabar y analizar información debiera ser aplaudido, pero en México pareciera que no es así. El INEGI, la encuestadora oficial de la Nación por excelencia, modificó su mecánica para conocer el ingreso familiar, causando una sobrerreacción del Coneval, principal consumidor de esos datos para calcular la pobreza,  secundada por algunos actores políticos.
 
Pleito estéril y dañino para ambas partes y para México. ¡Hasta pareciera que nos ofenden las buenas noticias!
 
¿Qué dicen los organismos internacionales sobre la pobreza en nuestro país? En 2014, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, México tenía únicamente 3.4 millones de pobres, mientras para el Banco Mundial eran 6.8 millones. Para la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico rondaba los 22.1 millones de mexicanos en pobreza, mientras la Comisión Económica para América Latina y el Caribe  contabilizaba 49.4 millones. Coneval presentaba 55.3 millones.
 
Por su parte, el SAT declaraba que, según sus cifras recaudatorias, el ingreso promedio debería triplicar lo manifestado en la encuesta.
 
¿Por qué tanta diferencia? Precisamente por la forma de medir. Las encuestas fallan principalmente por la resistencia del encuestado a proporcionar información real y a revelar sus preferencias, sobre todo cuando se le cuestiona sobre su ingreso. “¿Irá a conocer el SAT mis datos?” “¿Me quitarán mi apoyo gubernamental si doy a conocer mis percepciones reales?” “¿Y si mi declaración cae en manos de la delincuencia?”, son algunas de las preguntas que con seguridad atraviesan por la mente de los sujetos en estudio.
 
El cambio, avisado con toda oportunidad al Coneval, consistió en realizar un esfuerzo adicional para reducir esos vicios y obtener información más fidedigna, más actual, mediante la realización de preguntas adicionales cuando las incongruencias fueran evidentes, e incluir segundas visitas cuando no estuviera el cónyuge presente, en lugar de registrar sus percepciones en ceros como tradicionalmente se hacía.
 
Los programas y transferencias gubernamentales prácticamente no eran contabilizados, pues no son percibidos por los beneficiarios como ingresos, descalificando injustamente los esfuerzos del combate a la pobreza.
 
El problema con la medida es que, al modificar la metodología, los resultados se vuelven incomparables en el tiempo. Ése es el principal punto de la disputa entre INEGI y Coneval.
 
Creo que el INEGI hizo lo correcto. No es justificante hacer las cosas mal “porque así se venían haciendo”. Ojalá pronto encuentren una solución porque nadie gana con este desencuentro. La confianza, principal activo de esos organismos, es un recurso no renovable, y ya comenzó a esfumarse.
 
De seguir estas diferencias, sólo habrá un gran perdedor: México
 
 
 
 

1 comentario en “La confianza no retoña”

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