Con dolor de cabeza, sin poder hilar recuerdos de anoche, “amanecieron”.
Como en las placas vehiculares y de ese afán recaudatorio, lo de ayer fue solo un refrendo. La decisión tomada, en cada rincón de la patria (ninguno se salva), en el curso de los aciagos días, se rubricó una reversa política contra el tricolor; con sangre y hartazgo. Gobiernos indolentes, gobiernos impositivos y hasta prepotentes; corrupción cabalgante e impunidad ofensiva (enriquecimientos inexplicables y negocios al amparo del poder), son la suma del ejercicio gubernamental.
¡Sin ética política no es permisible gobernar!
Desde catorce rumbos de la basta geografía nacional, fueron a las urnas ayer domingo. En doce se renovaron gubernaturas, en varios, alcaldes y diputados locales, en la Ciudad de México se eligió la Asamblea Constituyente que construirá la nueva constitución y de ella, las reformas y los cambios, en esa entidad política.
Gobiernos sordos, ciegos y cómplices, derrumbaron sus estructuras. “Las instituciones no se equivocan, nos equivocamos los hombres”, está máxima de los pensadores solo dramatiza la realidad. Por la estupidez y la ambición del hombre (del insensato político, “nunca servidor público”), estas instituciones nacionales están tan desgastadas que se vienen abajo.
Un país tan basto y nos lo estamos acabando.
Son grosería, es un insulto: el descontrol, el exceso, la ambición, el burdo enriquecimiento (de los mandatarios y funcionarios y hasta de casi cualquier empleado de gobierno), que solo los explica: la agotada democracia que ya no es de gobiernos del pueblo, el nulo respeto a las investiduras y el insano ejercicio del poder. Nos extraviamos como sociedad y la exigencia del ¡ya basta!, la hemos aplazado tanto que hay que golpear la mesa política y asaltar la urna electoral (rehén de los politiqueros), para siquiera ser oídos. Para ser escuchados, urge algo más.
¿Qué pasó ayer?
Aun con las chapuzas, a más de los cochupos, amén del mapacheo, los resultados son aplastantes. No nos podemos negar a una moraleja con el análisis serio de lo sucedido ayer, allende el color político con el que nos aferremos a ver la vida diaria.
¿Acertaremos al atrevimiento de preguntarnos, de cuestionarnos los procederes sociales, en introspección honesta? Nada ajeno (y hubo tanto) pudo detener la andanada del rencor acumulado, del fastidio ante los Duarte y Los Medina,… y Los Moreira, y Borge y los tamaulipecos más buscados; entre tantos otros. De la desesperanza y la rabia por la conducción errática del país y de los modos y las formas, y los excesos de Peña Nieto y de casi todo el gabinete.
La cruda.
Una fuerte resaca que durará quizás hasta el 2018, apachurra los corazones “humanos” y los ánimos de los políticos, ahora en desgracia. Pero se requiere más: El dinero de regreso, los debidos procesos en sendos juicios penales a cuanto ladrón se ocupe. Que nadie escape del juicio terreno (que el celestial será implacable), que nadie se sepa impune. Esos exgobernadores jocosos viviendo del dinero fácil, y esos trogloditas en funciones, a la cárcel sin piedad alguna ¿Acaso la tuvieron ellos con su pueblo empobrecido, al ejercer sus despóticos mandatos?
Otro mapa político se dibuja. La conformación de la geografía nacional ha variado los colores. La mitad de la contienda presidencial del 2018, ya se ha escrito… Juicios, cárcel, requisas y ejemplos de ejercicio de la ley, se verán en breve. Otro México se ha escrito, y los vivales (aturdido por el golpe electoral), no lo han notado.
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