En días pasados circuló en redes sociales el vídeo de un individuo de acento sudamericano pronosticando una crisis económica mundial de proporciones apocalípticas como consecuencia de un desplome inminente del dólar americano. Quizás sobredimensionando la capacidad predictiva del autor, algunos amigos le pidieron opinar al respecto. Va.
El personaje inicia su monólogo recordando cuando al papel moneda lo respaldaba el patrón oro, sistema en desuso desde hace casi medio siglo. Afirma que el entonces presidente Nixon visitó al rey de Arabia Saudita para exigirle que todos los miembros de la OPEP vendieran su petróleo en dólares. A cambio, gozarían de protección militar norteamericana; de no aceptar, deberían atenerse a las consecuencias.
Así, ante la ausencia del soporte en oro, el dólar mantendría su valor con el respaldo del combustible. Y los que desafiaron el chantaje, como Libia e Irak, pagarían con sangre su “insolencia”.
Sin embargo, ahora China es quien lo hace. Compra el petróleo a Rusia y a otros países en yuanes convertibles a oro. Pero China es un gigante al que no espantan esas tácticas intimidatorias. Por lo tanto, infiere el individuo del video, pronto el dólar dejará de estar respaldado por el petróleo y valdrá menos que el papel en el que está impreso.
El dinero no es un fin en sí. No me lo puedo comer, no me puede transportar, no me puede curar. Pero sí me sirve para comprar unos tacos, un automóvil, una medicina. Es un medio de intercambio. Lo que sostiene su valor no es ni el oro ni el petróleo, es la confianza. ¿La confianza? Sí, confianza en las instituciones, en el sistema económico, pero sobre todo en que el taquero, el dueño del lote de autos y el boticario lo aceptarán como medio de pago.
Los bancos centrales, sobre todo la Fed, son autónomos y no imprimen dinero a capricho del gobernante en turno, como erróneamente afirma el catastrófico narrador. Su oferta monetaria se apega estrictamente a los criterios de su mandato: controlar la inflación.
Las divisas también hacen mercado y obedecen sus leyes. Por tanto, mientras los países sigan demandando dólares como reservas y para comerciar bienes, y mientras Estados Unidos se mantenga como potencia económica mundial por excelencia (aunque Trump se afane en lo contrario), el dólar seguirá rigiendo las divisas del mundo durante muchos años.
Conclusión sobre dicho vídeo: Fake news, patraña o fábula. Usted elija. Cualquier respuesta es la correcta.