Cuando los aviones vuelan a una altitud suficiente generan una estela a su paso visible desde el suelo. A diferencia de lo que pueda parecer o muchos puedan pensar, no es contaminación lo que se visualiza, sino un fenómeno de condensación causado por los cambios de temperatura que generan las turbinas al atravesar el aire gélido. En lo personal, es un espectáculo que me maravilla y me hace reflexionar.
Siempre he pensado que los aviones son como la vida de las personas, influenciados por cuatro fuerzas. La primera es la potencia del motor, lo que nos impulsa hacia delante, la fuerza vital que nos levanta por las mañanas y nos empuja a trabajar para sacar adelante a nuestras familias. Es el optimismo y las ganas internas de ser cada día mejores. Son las fortalezas de las personas.
La segunda es el lastre. Es la resistencia de nuestra propia mente. Los paradigmas y obstáculos interiores que nos jalan hacia atrás. El pesimismo, la abulia y la desgana que a veces aparecen en nuestra vida. Es la falta de fe en nosotros mismos. Son las preocupaciones y el estrés que nos hacen perder enfoque. Son las debilidades de la gente.
La tercera es la sustentación que dan las alas. Es lo positivo del entorno en el que nos desenvolvemos. Es el soporte ofrecido por nuestras familias, es la fuerza de las instituciones que nos dan certeza jurídica, es el ambiente propicio para el emprendimiento y el desarrollo de la sociedad. Es todo lo externo que nos impulsa hacia arriba. Son las oportunidades que ofrece el medio.
Y la cuarta es la fuerza de la gravedad. Es la que nos jala hacia abajo, aunque no necesariamente es negativa. Nos ubica en la realidad y nos obliga a tener los pies fijos en la tierra. Son las circunstancias externas que nos retan, y cuando las sabemos orientar, pueden ser un factor de crecimiento. Son las amenazas que se pueden convertir en oportunidades.
Para que los aviones puedan volar y tener rumbo, tiene que existir un equilibrio de estas cuatro fuerzas. El avión se desplaza por el aire, surca los cielos y a su paso va dejando una estela. Lo mismo las personas. A veces, la estela es invisible, cuando no ha alcanzado la altura deseada. Pero otras veces, se admira a kilómetros de distancia.
Como lo expresa Henry Cloud en su libro “Integridad”, un lado de esa estela corresponde al cumplimiento de metas y al logro de objetivos, es la parte relativa al desempeño y al éxito que la persona va teniendo, tanto en lo profesional como en lo familiar. La otra, se refiere a las relaciones personales que el individuo va construyendo en su andar por la vida, en los trabajos y círculos sociales que frecuenta.
Seamos como los aviones. Encontremos el equilibrio en nuestras vidas, capitalicemos las adversidades, empujemos con fuerza hacia delante y dejemos una hermosa estela blanca en nuestro andar, que quede ahí por siempre. Y en tiempos difíciles recordemos que cuando el viento sopla fuerte en contra, es cuando los aviones de fuselaje sólido más rápido se elevan.