…El ser humano es averso a los déficits. La sola mención de la palabra nos eriza la piel, ya que tradicionalmente han sido el proemio de males mayores. Los déficits presupuestales se convierten en mayores impuestos, recortes brutales o endeudamiento; los déficits de divisas se transforman en devaluaciones y mayor inflación. De hecho, uno de los razonamientos utilizado por el Presidente Trump para justificar la aplicación de sus draconianas medidas comerciales es precisamente el alto déficit comercial prevaleciente en Estados Unidos.
…Desde hace muchos años México le vende más a Estados Unidos que viceversa. Y aunque los mexicanos hemos sido por esta razón el blanco de sus ataques, aderezándolos con los argumentos racial y migratorio, países como Alemania, Japón y, por supuesto, China, presentan un desbalance comercial con Estados Unidos mayor al nuestro.
…Los déficits no son necesariamente malos. Un déficit en la ingesta calórica para una persona con sobrepeso o un déficit en ingresos penitenciarios pueden ser buenas noticias. Incluso, un déficit comercial, ¡puede ser una extraordinaria noticia!
…Las naciones no comercian entre sí, lo hacen sus empresas e individuos, quienes producen para consumir. En economías socialistas la producción no es suficiente para atender la demanda de consumo, por lo que los ciudadanos presentan superávits comerciales, lo cual debiera ser bueno. ¡Pues no lo es!
…Honk Kong, uno de los países más ricos del mundo, debe importar petróleo, alimentos y electrónicos. Gracias a eso, es una nación próspera. Sus habitantes, que son altamente productivos con empleos de primera, intercambian los frutos de su trabajo por la riqueza del mundo… a cambio de un déficit masivo, que no les afecta. Lo mismo sucede en Estados Unidos.
…Por definición, todas las transacciones internacionales están siempre en equilibrio y los déficits son la recompensa a la productividad, a la riqueza y al éxito. Mientras el Señor Trump no entienda esto, será difícil llegar a un acuerdo comercial razonable.