La envidia es uno de los siete pecados capitales y es, sin duda, uno de los sentimientos más mal sanos del ser humano. La envidia todo lo corroe: erosiona amistades y destruye la paz interior. Pero no todo es malo con ella. Si se trabaja adecuadamente y se orienta hacia un fin noble puede ser el motor de transformación y mejora.
El sentimiento de la envidia no es nuevo. Incluso, en el Antiguo Testamento se mencionan importantes acontecimientos surgidos a partir de ella: Caín mató a Abel por un arranque de envidia; los hermanos de José “el Soñador” lo arrojaron a un pozo con el afán de que muriera por ser el favorito de su padre; y en varias ocasiones Saúl, rey de Israel, trató de matar al joven David por ser mejor parecido y más inteligente que él.
Es inevitable que el ser humano sienta envidia. En mayor o menor medida, viene en su información genética. No hace falta más que observar el comportamiento de los niños pequeños para darnos cuenta de su origen. Robert Greene, en su texto Las leyes de la naturaleza humana, plantea cinco ideas para administrarla y transformarla en algo positivo:
Acércate al objeto de envidia. Todos tratamos siempre de mostrar nuestra mejor cara, lo bien que nos va. Pero nunca nada es perfecto. Cuando conocemos de cerca la vida de las personas nos damos cuenta de que no son tan perfectas como parecen, ni los proyectos son tan exitosos como se anuncian.
Compárate hacia abajo. Es natural que pretendamos medirnos con las figuras más exitosas y rara vez lo hacemos con quienes tienen menos o no les va mejor que a nosotros. Practicar la gratitud es el mejor antídoto contra la envidia.
Practica “el júbilo ajeno”. Regularmente somos proclives a sentir satisfacción cuando le va mal a la persona envidiada. Lo correcto es lo opuesto: sentir un gozo genuino cuando le vaya bien. Cuando estamos conscientes de ello, con esfuerzo y voluntad se puede lograr.
Transforma la envidia en inspiración. Es imposible detener el mecanismo de comparación en nuestros cerebros, pero lo que sí se puede conseguir es emular y seguir el ejemplo de las personas exitosas.
Admira la grandeza humana. La admiración es lo opuesto a la envidia. Por eso debemos celebrar los logros ajenos dejando de lado las inseguridades y celebrando el potencial que tenemos como especie humana.
Siguiendo esta sencilla fórmula podremos convertir un sentimiento potencialmente negativo en estímulos para ser mejores profesionistas y personas. Y, además, viviremos con menos resabios y más alegría.