La guerra sucia gana.

A 29 días de la elección, en histórica jornada; que definirá el destino de este Coahuila en escombros, el panorama es desolador.

El proceso electoral ha sido elocuente: nos ha mostrado la basura bajo la alfombra, la sangre bajo la cama y los fantasmas del closet. De los actores, de casi todos (con honrosa excepción), en esta obra dramática, nos ha revelado: su pésima actuación, su peor cara, su mala vestimenta y su negro corazón.

¡La guerra sucia es lo único cierto en esta terrible jornada!

El proceso electoral se ha convertido en una elección de estado (con las narices de Moreira hasta el fondo del pastel). El árbitro electoral ausente, sumiso al poder, (con espías dentro y patrones fuera). Los candidatos movidos por los hilos manipuladores. Los partidos enseñando los dientes y los candidatos, enseñando las enaguas. El respetable, se ha confundido tanto por la mugre en el ambiente que se ha tornado irrespetable. La amargura, el miedo y la indiferencia, retratan a una sociedad harta, encabronada, con sed de sangre.

¡La represión política es la constante del gobierno!

Se comercia con el voto, como comprar tomates, (pero con dinero del pueblo). Una población rural y popular, hambreadas por aviesa encomienda, es víctima de almas siniestras, de planes perversos y de corrupción acumulada. La necesidad y la pobreza son el arma útil para la “conservación a ultranza” del poder infame.

En el terreno, un PRI rancio, maloliente, corrupto y corrompedor; secuestrado por los malvados. La cara visible: un delfín atufado y tapadera, manipulado a control remoto. Con aspecto siniestro y con la mentira como señal. Acudiendo a la contienda cual simulación obligada, en tanto sus mecenas y patrones, preparan el robo electoral del día de la elección. Una nómina millonaria que supura desbandada.

Una oposición dispersa. Varios frentes oposicionistas con diferente cara, distintos modos y carreras individuales. Soberbia y caudillismo separan el destino del futuro. Tres opciones, dos de partido y una independiente, dividen opiniones y segmentan el voto. Otros candidatos son comparsa irrelevante.

La gente ya no escucha, y su vista se ha atrofiado. El fanatismo de las marcas y del candidato tan deseado, nublan su percepción y los apoyan sin recato. Entre la mugre que se arroja, algunas verdades emergieron, pero nadie ve lo que no quiere ni escucha con cuidado. De corrupción y lavado, de asociación con el crimen y del peculado, se acusan a algunos y sus huestes los perdonan por anticipado.

Al recuperar la esperanza perdida, los ciudadanos, mayoritariamente, se han decidido a hacer valer su voto. Esto molesta a la estrategia del voto fracturado y de la apática contienda, para maniobrar el resultado. Votar es la opción y haciéndolo a conciencia para alejar el regreso del malvado.

¡La buena noticia es que el tirano pierde ante el repudio mayoritario!

El dinero (ajeno) despilfarrado a carretadas, ya no es suficiente, y las lealtades palaciegas se diluyen, por una forma déspota y un fondo repugnante. Las ratas que abundan, presintiendo el naufragio, saltan del barco (haciendo agua) y buscan afanosas otra cloaca de repuesto. El mal olor es la ruta y la inmundicia la recama.

¿Quién gana al villano en la víspera del recuento, (quién que sea tan claro); quién de los tres que pueden, se suma, se une al otro con un voto útil y solo por amor al estado?

¡Dios salve a Coahuila!, que… bien que nos hace falta.

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