El dueño de una vieja fábrica de suministros para la industria un buen día decidió modernizarse y comprar una máquina automatizada que haría más eficientes sus procesos. Y en efecto, así lo fue. Obtenía una mejor calidad en sus productos a un menor costo y, lo más importante de todo, se podía ir a su casa más temprano para practicar los hobbies que había abandonado por falta de tiempo.
Un buen día se descompuso la máquina. Con el apoyo de sus trabajadores, también antiguos en la empresa, le quitó la tapa a la computadora. Se quedaron perplejos al descubrir la gran cantidad de cables, tornillos, circuitos, chips y procesadores que componían el equipo. Ninguno de ellos tenía la menor idea de qué hacer para corregir el desperfecto.
No tuvieron más remedio que llamar a un técnico externo, acreditado por la marca del equipo descompuesto. A las pocas horas llegó un joven cargando una caja de herramientas. Fue conducido a la máquina y tras correr algunas pruebas y realizar mediciones con sus aparatos, extrajo un pequeño desarmador de su estuche y con él apretó con dos vueltas y media uno de los muchos tornillos que componían el cerebro del robot. Al hacerlo, éste comenzó a funcionar con regularidad.
La alegría del dueño de la fábrica duró hasta que preguntó por el precio del servicio. – ¿Diez mil pesos?, ¿por apretar un tornillo? – Le había cuestionado escandalizado al técnico. -Yo no voy a pagar esa cantidad, a menos que me presentes una factura detallada por los servicios realizados con la que yo esté de acuerdo.-
El joven abandonó el local contrariado, pero resuelto y optimista. Después de pensarlo un tiempo, al día siguiente se presentó con la factura con el detalle de los servicios prestados, como se lo había solicitado el dueño de la empresa.
El documento decía lo siguiente: “Pago por apretar un tornillo, 1 peso. Pago por saber qué tornillo apretar y con qué intensidad, 9,999 pesos”. El dueño de la empresa, al terminar de leerlo, no tuvo más remedio que sonreír y pagar la cifra solicitada por el joven técnico.
Ese es el tamaño del valor del conocimiento. Y para tener conocimiento se necesita contar con educación. Y la educación necesita ser cada vez más especializada y de calidad.
En México, sólo una quinta parte de los jóvenes terminan con éxito su educación superior. Las causas son principalmente económicas y sociales, concentrándose la deserción en la educación media superior, con niveles superiores al 10%.
Antes era más sencillo triunfar en la vida solo con las herramientas de la intuición y la experiencia. Ahora, en un mundo tan especializado y competitivo, las credenciales y los conocimientos del aula son indispensables e insustituibles. Así es que, jóvenes, sigamos preparándonos no solo para saber siempre cuál tornillo apretar, sino poder construir el robot completo.
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