Al comenzar la segunda década del presente siglo surgieron en el mundo un conjunto de movimientos sociales que brotaron desde abajo, de los pueblos, prácticas y teorías que vienen de la izquierda y que exigían y criticaban al poder, al que sentían separado de sus intereses.
Antes se habían manifestado los globalifóbicos, movimiento iniciado por los zapatistas de Chiapas dialogando con el altermundismo, “Otro mundo es posible”, donde se sembró la semilla en contra del Neoliberalismo, entonces el gobierno de Vicente Fox quedó boquiabierto, dando bandazos, sin saber cómo responder.
Las injusticias sociales padecidas por los pueblos se diversificaron: desregulación laboral, desigualdades profundas, contaminación, globalización, así, se gestaron movimientos como el Occupy Wall Sreet, en contra de la crisis financiera de 2008 y claramente, en contra de la inequidad económica y social, y aparecieron en España, Los Indignados, exigiendo democracia participativa; en Latinoamérica abundaron las protestas. El hilo conductor de las protestas se sintetizó en contra de la corrupción, una mayor democracia participativa y contra las injusticias sociales.
En los últimos 6 años en los Estados Unidos han surgido movimientos en contra de la igualdad no de la desigualdad, Donald Trump propagó el discurso y leyes en contra de los migrantes, el reclamo era recuperar la hegemonía para los blancos, que se vislumbraba se encaminaba a ser una minoría frente a una posible mayoría de los latinos, el propósito era recuperar los privilegios de las élites, la supremacía del hombre blanco y encontraron en Trump a un megalómano, un sicópata dispuesto a todo para ayudar a la ultraderecha promoviendo el anarquismo, el enemigo es el Estado al que hay que combatir porque lleva a los pueblos al comunismo, al socialismo; promover el miedo es la estrategia del supremacismo y del odio racial.
Conviene aclarar que el supremacismo blanco es la creencia de superioridad natural de los humanos con piel más clara o “blancas” sobre otros grupos raciales. Actualmente el término supremacista blanco se ha utilizado para describir algunos grupos que apoyan a ultranacionalistas, doctrinas racistas o fascistas. Los grupos de supremacistas blancos a menudo se han basado en la violencia para lograr sus objetivos.
Lo que se puede apreciar sin mayor esfuerzo intelectual es que hay una presencia, una voltereta del discurso y la lucha pro democrática hacia la ultraderecha. Recientemente el presidente estadounidense Joe Biden, ante a los crímenes de 10 personas afroamericanas, en el que otras tres personas resultaron heridas declaró airadamente que, “el acto de violencia en el supermercado es un hecho de terrorismo nacional”.
El mandatario aseguró que EE. UU. tiene un “problema de terror doméstico”. Violencia infligida al servicio del odio y de una viciosa sed de poder que define a un grupo de personas como intrínsecamente inferior a cualquier otro grupo. Odio que, a través de los medios de comunicación, la política e Internet se haya radicalizado, alienado, perdido y aislado a los individuos en la falsa creencia de que serán reemplazados”, expresó con gran fervor el presidente estadounidense.
Wayne Jone, madre de Celestine Chaney, una de las 10 víctimas mortales de la masacre, dijo que apreciaba que el mandatario de su país se tomará el tiempo para reunirse con las familias, pero no se mostró optimista de una pronta solución debido a la división partidista que atraviesa el país.
Lo evidente es que mientras en Latinoamérica la izquierda avanza en algunos de los países del sur y en México, en EE.UU. la derecha se abre paso a través del odio del supremacismo blanco.
El aumento
Le tomaron la medida a Chema, contra los intereses económicos de la población usuaria del pésimo transporte público, los concesionarios impusieron el aumento de 2 pesos, es una injusticia más del gobierno priísta, síganle dando votos.