“El carnaval del mundo engaña tanto, que las vidas son breves mascaradas. Aquí, aquí aprendemos a reír con llanto, y también a llorar con carcajadas”: (Reír llorando)
Llegó la Navidad, y con ella, el deseo genuino de dar y compartir. Y no hablo necesariamente de objetos materiales. Obsequiar tiempo a nuestra familia, es un presente que quedará para siempre en el recuerdo; otorgar el perdón a quien nos lastimó nos hace más grandes; hacer una llamada o redactar un mensaje al amigo, alimenta el espíritu; regalar una sonrisa, una simple pero sincera sonrisa, puede hacer la diferencia.
Se antoja fácil. Una sonrisa no cuesta nada, se podría pensar; sin embargo, a veces es el presente más difícil de conceder. El trajín nos quita frecuentemente el sueño y la calma. En ocasiones las cosas nos salen como queremos. Sin ser invitadas llegan la tragedia, la amargura, la enfermedad, la muerte. Encima de todo, mañanas grises, tardes gélidas y un sol perezoso que se despierta tarde y se duerme muy temprano en la temporada invernal, se empeñan en activar nuestros genes depresivos.
Pero la vida sigue, y hay que darle buena cara.
Incluso ciertas profesiones regatean tiempo para la tristeza y el luto: la de los artistas, los comunicadores, los políticos. Un padre de familia, una madre soltera, un líder empresarial, también deben mostrar entereza, pues de lo contrario todo se derrumbará a su alrededor.
En su emotivo poema “Reír llorando”, Juan de Dios Peza narra la historia de un hombre afligido que acude al médico en busca de cura para su profunda depresión. Después de una minuciosa revisión, éste le receta lo que considera un remedio infalible: asistir a una función de Garrick, el cómico más gracioso de Inglaterra. Reirá tanto que dejará su aflicción.
“No me curo,” aclaró tajante el enfermo; “Yo soy Garrik, cambiadme la receta”.
Bella época del año lo es sin duda la de las fiestas decembrinas. La Navidad trae consigo un ambiente de fraternidad, despertando ilusiones de la niñez. El Año Nuevo, a su vez, ofrece un sentimiento esperanzador, un nuevo inicio, una nueva oportunidad.
La sonrisa es la expresión visible, el síntoma infalible de la felicidad. Muy pocos lo saben, pero también funciona al revés: una sonrisa genera felicidad tanto en quien la recibe como en quien la expresa. Aprovechemos la inercia navideña para regalar sonrisas, ser felices y hacer felices a otras personas.
¡Feliz Navidad! Y principalmente salud para el 2018, pues lo demás vendrá por añadidura.