La semana pasada fue pródiga en excelentes noticias para México. Y no necesariamente por la clasificación de nuestra Selección al Mundial Rusia 2018, acontecimiento muy grato para los aficionados al balompié, sino por la publicación de algunos indicadores de gran relevancia y trascendencia, pero, a mi juicio, no dimensionados en su total magnitud.
La primera provino del Secretario Meade al anunciar el mayor superávit primario nacional en los últimos 25 años. El ajuste del gasto y la eficiencia contributiva, sus principales causas, enviaron una señal de salud financiera, equivalente a confianza, estabilidad, inversión y empleo.
La segunda potenció a la anterior: El Coneval anunció una importante reducción de la pobreza en México durante el periodo 2014-2016. Acortar considerablemente el gasto gubernamental, acompañado por una disminución relevante en los niveles de pobreza, objetivos en apariencia contradictorios, es una proeza digna de reconocimiento, aquí y en China.
La pobreza se redujo 3.5% en dos años. Algunos argumentan que no es suficiente. ¡Claro que no lo es! Pero hay mucho más detrás de esa cifra. La pobreza extrema, la más lacerante e indigna de todas, se redujo casi 20%. De seguir con esa tendencia, en la próxima década la habremos erradicado por completo, un sueño acariciado por México desde antes de ser nación.
De todos los organismos internacionales que miden la pobreza, como Banco Mundial, CEPAL o la OCDE, por mencionar algunos, el Coneval es el más estricto de todos, pues la evalúa considerando niveles de ingreso y seis tipos de carencias: educación, salud, alimentación, servicios en el hogar, calidad de vivienda y seguridad social.
La mayoría de las dependencias federales tiene responsabilidad en el combate a la pobreza. De ahí la importancia de la Estrategia Nacional de Inclusión, diseñada y promovida desde la Sedesol hace un par de años por su entonces titular José Antonio Meade. El objetivo (alinear las acciones y programas federales, estatales y municipales hacia una meta común) logró su cometido y generó la sinergia deseada, a pesar de las restricciones presupuestales.
Por fin entendimos como país que la pobreza no se combate con dádivas o despensas, sino con liderazgo, inteligencia y estrategia, mediante el trabajo organizado y en equipo; y esa, esa es la mejor noticia que los mexicanos podemos tener.