¿La nueva Constitución Transformadora?

La Cuarta Transformación de la República, tiene entre sus jiribillas la conformación de un cuerpo académico enfocado a establecer las bases de una Reforma Constitucional, según refieren analistas políticos y gente cercana al Presidente Obrador, su bandera es la de la necesaria nueva configuración del orden jurídico a fin de adaptarlo a los principios de la “honestidad valiente”.

La Bandera del Ejército Constitucionalista de Venustiano Carranza, en esa lucha iniciada desde la Hacienda de Guadalupe en 1913, era la restauración intacta y valida, de la Constitución de 1857, el ordenamiento redactado por los grandes reformadores de México en el siglo XIX y de cuya flagrante violación se habían ocupado múltiples grupos políticos.
No me es preciso afirmar si al final de cuentas el Varón de Cuatrocienegas, tendría imaginado el sueño de conformar una nueva, con las reformas y adiciones que eran necesarias para establecer las bases de un desarrollo humano y económico, lo cierto es que en 1917, se firma un nuevo pacto federal en el que se incluían aspectos fundamentales para la economía del país y de seguro para el orden jurídico.

¿Cuál es el ejercicio y cual la estrategia para conjuntar las voluntades de millones de ciudadanos y adecuarlas a un solo orden jurídico?, ¿cuál la manera para que no sea la imposición de un grupo lo que impere en una nación por los siglos?, ¿qué iluminación requieren los hombres para regular a los hombres sin diferencias y con imperio legal?, ¿cuál será la vigencia de una forma de pensar ante la pléyade de acontecimientos que rebasan cualquier imaginación y sueño?, ¿cuáles los valores y las esencias?

96 años de vigencia de la llamada también Carta Magna (de manera equivoca) han trascurrido entre la noche de las tragedias y las violaciones, los días de la legalidad y el orden y los mediodías de sus múltiples reformas; 700 registradas hasta el 30 de Noviembre del 2018, más las que se acumulen en estos días ha resistido la Constitución, en el ámbito reformador de los gobernantes del país en el pasado y este siglo.

Las reformas por sexenio incluyen: 8 de Obregón, 18 de Plutarco Elías, 2 de Portes Gil, 4 de Ortíz Rubio, 22 de Rodríguez, 15 de Cárdenas, 18 de Ávila, 20 de Alemán, 2 de Don Adolfo Ruiz, 11 de López Mateos, 19 de Díaz Ordaz, 40 de Echeverría que inicia el desorden, 34 de López Portillo, 66 de La Madrid, 55 de Salinas, 77 de Zedillo, 31 de Fox, 110 de Felipe Calderón y 154 de Peña Nieto, el campeón de las modificaciones a la fecha, aun el actual gobierno.

Entre los tratadistas de derecho que tratan de dar sentido a la realidad de los máximos ordenamientos, prefiero la definición de Lasalle a la de Kelsen, por ser más profunda y aplicable a nuestra realidad nacional.

Fernando Lasalle, define a la Constitución como: “El resultado de la suma de los factores reales de poder. Así, lo que debe plasmarse en un régimen constitucional son las aspiraciones de las fuerzas representativas realmente sociales y las fuerzas políticas reconocidas y alentadas de un Estado”.

Para él: “Una Constitución no sería tal, si no refleja la realidad política de un Estado”, es decir que este cuerpo de leyes venga a sintetizar no los sueños, ni los deseos, sino los actos de los ciudadanos de un país.

Tal parecería que en México, en estos momentos somos presa de un sentir no de la gente común, sino de los intereses de los partidos que dada la conformación de sus fuerzas al interior del Congreso, se ha pretendido que nuestra Constitución se identifique cada día más con sus ideas particulares y el abandono de las grandes transformaciones que experimenta nuestra sociedad, en una realidad que sufre de ese lado moridor y letal, identificado por el maestro Revueltas.

En este panorama, ¿Cuándo podríamos estar conscientes del verdadero contenido de nuestras leyes y fundamentos de nación?

Resultará ocioso el ejercicio de regresar a los orígenes y encontrar en sus motivos la respuesta necesaria para la correcta aplicación, como aquel que reza: ”La Constitución Política de 1857, que nuestros padres nos dejaron como legado precioso, a la sombra de la cual se ha consolidado la nacionalidad mexicana; que entró en el alma popular con la guerra de Reforma, en la que se alcanzaron grandes conquistas, y que fue la bandera que el pueblo llevó a los campos de batalla en la guerra contra la intervención, lleva indiscutiblemente, en sus preceptos, la consagración de los más altos principios, reconocidos al fulgor del incendio que produjo la revolución más grande que presenció el mundo en las postrimerías del siglo 19”.

La revolución triunfante entonces, requería de unidad de principios nuevos, capaces de producir una verdadera nación y ello sólo sería posible si a la igualdad jurídica del viejo liberalismo se le agregaba una buena dosis de igualdad económica y social. Si a los antiguos derechos individuales ya indiscutibles se adicionaban nuevos derechos sociales y en esa lucha aún estamos ¡Salve patria !

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