Esa pascua fue entre los aromas del bosque del ejido Chapultepec a la invitación de Chola, la ayudante de mama por mas de 30 años, que ofrecía el banquete de los 7 platillos de la cuaresma, en un ambiente de sencillez, espacio modesto y cariño arraigado.
Puntuales a la cita llegamos los Gómez Rodríguez guiados por Chita y sus estrictas instrucciones acerca de la puntualidad, cualidad heredada, que parecería chocar con las costumbres del hoy en día, basadas en el “un ratito y ahí estoy”.
A la mesa fueron llegando los platillos de aquel banquete comentado por años derivado de sus aromas y texturas.
Flor de palma con caldillo de tomate y chile colorado; chicales también con parte de ese caldo; nopales con huevo y chile cascabel; tortas de camarón y de camarón en salsa; lentejas con cebolla y tomate, y al final la dulce capirotada de miel y piloncillo mezclada con queso fresco de rancho.
Por la tarde un café con piloncillo y pan de trigo, dieron fin a la velada con el agradecimiento y cariño desde la sencillez de la gente del norte y más de la región de la sierra de Arteaga.
En la edad media, el papa Alejandro VI (el papa Borgia) estableció la comida sencilla de la pascua, como una lección ante la ostentación y riqueza de los cardenales originando una tradición a nuestros días, agregándose la consigna bíblica de no comer animal sobre la tierra.
Para el pueblo cristiano, la Pascua significa victoria, vida eterna y salvación. Jesús venció la muerte. ¡Él sigue vivo!
Él se levantó al tercer día y gracias a su resurrección, todos los que ponen su fe en él reciben la salvación (o liberación espiritual del poder del pecado) y pueden tener la certeza de que vivirán con él por la eternidad.
En el idioma hebreo, la palabra pascua – Pesaj – significa «salto» o «paso». La palabra alude directamente a la historia del origen de la Pascua que encontramos en el Antiguo Testamento. Esta nos habla sobre el momento en el que la muerte «pasó por alto» o «se saltó» las viviendas de las israelitas marcadas por la sangre del cordero.
Desde ese sacrificio entonces, el cristiano no debe hacer uno más ya que el cristo fue inmolado por los pecados de la humanidad, el pago el precio por todos.
El papa Francisco, define mejor su significado: “…Otras veces, señaló, nos hemos sentido impotentes y desalentados ante el poder del mal, ante los conflictos que dañan las relaciones, ante las lógicas del cálculo y de la indiferencia que parecen gobernar la sociedad, ante el cáncer de la corrupción, ante la propagación de la injusticia, ante los vientos gélidos de la guerra. E incluso, quizá nos hayamos encontrado cara a cara con la muerte, porque nos ha quitado la dulce presencia de nuestros seres queridos o porque nos ha rozado en la enfermedad o en las desgracias, y fácilmente quedamos atrapados por la desilusión y se seca en nosotros la fuente de la esperanza. De ese modo, por estas u otras situaciones, nuestros caminos se detienen frente a las tumbas y permanecemos inmóviles llorando y lamentándonos, solos e impotentes, repitiéndonos nuestros “¿por qué?”. En cambio, las mujeres en Pascua no se quedaron paralizadas frente a una tumba, sino que —dice el Evangelio— «atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos» (v. 8). Llevan la noticia que cambiará para siempre la vida y la historia: ¡Cristo ha resucitado! (cf. v. 6). Y, al mismo tiempo, custodian y transmiten la recomendación del Señor, su invitación a los discípulos: que vayan a Galilea, porque allí lo verán (cf. v. 7)”.
De esa forma ir a Galilea da el significado de volver al bien, pero ya renovados y enfrentar la vida con entereza, con razón, con amor y sobre todo con el acompañamiento del creador.
Renovarse cada año, para lograr el propósito de la santidad, al decir de Borges: “Dios solo admite a los que lo imitan y siguen”.
Llegar a nuestros destinos y metas con humildad, recordando que el salvador del mundo entró a Jerusalén, montado en un burro y coronado de simples palmas.
Al final el misterio se descubre con San Agustín:”Consideremos, amadísimos hermanos, la resurrección de Cristo. En efecto, como su pasión significaba nuestra vida vieja, así su resurrección es sacramento de vida nueva. (…) Has creído, has sido bautizado: la vida vieja ha muerto en la cruz y ha sido sepultada en el bautismo. Ha sido sepultada la vida vieja, en la que has vivido; ahora tienes una vida nueva. Vive bien; vive de forma que, cuando mueras, no mueras”. Feliz pascua