La memoria más remota sobre la Plaza de Armas de Saltillo, entrañable, me lleva a los años sesenta del pasado siglo cuando mis padres en compañía de mi hermana Luzma, nos llevaban a escuchar las serenatas de la banda sinfónica del Gobierno del Estado, los jueves por la noche y la imparable risa que nos provocaba la tuba a Luzma y a este valedor.
Al pasar de los años presenciábamos los diversos desfiles, que, por el frente de Palacio de Gobierno, generaban las fiestas patrias que iniciaban por la calle de Allende, luego Aldama, subían por Zaragoza, daban vuelta en Juárez y de ahí a Victoria para finalizar en la alameda, ello en el escenario de una plaza llena de árboles y su fuente monumental.
La plaza fue escenario de varias manifestaciones que recuerde en los años setenta primero con el asunto de la huelga Cinsa-Cifunsa y de Ahmsa, luego mítines políticos en apoyo a candidatos obviamente del PRI.
Recuerdo que en esos años y casi por iniciar el sexenio de Don Oscar Flores Tapia, la plaza fue secuestrada por alumnos de la Narro que sucumbieron ante la presencia del gobernante, de verdad, que enfrentó y encaró, en su estilo a los muchachos que terminaron por ceder el espacio e irse de rijosos a otra parte.
El diablo de las Fuentes fue otro gobernante que atendió en la plaza otra vez a los buitres y sus peripecias, que habían sido enviados para calar su temple, luego en el 84 a raíz de las elecciones para alcaldes, Jorge Masso puso su carpa en la plaza para protestar por el fraude electoral que llevó al cabal De la Peña a la alcaldía de Saltillo y a su vez manifestaciones que llegaron de Piedras Negras, Torreón y Monclova con el mismo tema. La plaza permaneció ocupada hasta que se pactaron las alcaldías de: Nava, Frontera, Ramos Arizpe y San Pedro a los opositores y asunto arreglado.
Otra ocupación del mismo año fue la que hizo el bromista de la ciudad, cuando no aceptó ser derrotado en las elecciones a la rectoría de la UAC, llenando la plaza con acarreados del lumpen que proveía el atizado Jimmy, de entre las colonias marginadas de Saltillo y 3 o 4 estudiantes.
Pero las cosas nunca pasaron a mayores y el respeto a la manifestación de las ideas fue una constante de los gobiernos hasta que llegaron los hermanitos muerte.
Fue el dictadorsete ese de 4ta que tuvimos, el que descompuso el cuadro al impedir desde su origen cualquier manifestación en palacio, llegando inclusive a amenazar a los maestros jubilados cuando les fue arrancado su derecho a un servicio médico digno en 2017.
Hoy, la plaza es un signo del atropello de la autoridad al ciudadano y refleja la consigna dada al gerente en turno encargado de negocios, por parte de quien manda en el estado.
En este medio denunciamos la fuerte inversión en sistemas digitales que Chema Fraustro y su malogrado ejercicio como encargado de la seguridad pública hizo en compañía de Sonia Villarreal, mediante cámaras que eran capaces de identificar hasta a los encapuchados y que fueron colocados en las esquinas de palacio a fin de proteger al orco mayor.
En enero de 2018, un grupo de maestros jubilados de la Sección 38 y la Narro iniciaron una manifestación pacífica a fin de que sus peticiones fueran escuchadas, en ese entonces Carlitos Moreira fue citado a palacio junto con sus lacayos para que le explicaran la razón de la manifestación y este se percató del magno saqueo que se había hecho del fondo de pensiones a fin de contribuir a varias campañas políticas entre ellas la de Riquelme, el despiadado.
Este año los mismos maestros, pero ya mejor organizados se plantaron en la plaza y lograron ser atendidos por Fernando de las Fuentes quien prometió tomar cartas en el asunto.
Y como la respuesta por parte del gerente del Moreirato no llegaba, los profes decidieron hacer un plantón en la plaza a fin de hacer público su enojo, ante el atropello y saqueo de sus fondos de ahorro, pensiones y servicio médico.
En respuesta Riquelme mandó a sus orcos a cercar la plaza antigua de armas, hoy de la represión.
Triste destino tenemos los coahuilenses con este régimen que está perdiendo la paciencia basada en la frustración de no poder tomar decisiones por sí y depender de un dictador exiliado.
Triste que haya sacrificado lo poco que le quedaba de prestigio político que lo lleva de ser sojuzgado por sus amos a represor de su pueblo. Triste, muy triste que en pleno siglo XXI los métodos sean violentos y huecos, como de orco. Haya cosa.