El principal reto de Alejandro Gertz Manero al ser designado como Fiscal General de la República, hace tres años, fue el de, con juicios debidos, estado de derecho, transparencia y honestidad, borrar la negra imagen de la ex PGR (corrupta, ineficiente, maldita y protectora de criminales).
Transcurridos los largos meses y la mitad del sexenio encabezado por López Obrador, olviden lo debidos… no hay juicios contra corruptos. La confianza es nula en la FGR, nada es transparente y nada de honestidad viste su negro ropaje.
Toda la actividad de la Fiscalía es lerda y “asustativa”, solo asustar para someter a opositores y políticos del pasado reciente, y nada de juzgar a ningún corrupto, de ayer y de hoy.
Debe irse
No somos tontos para no entender que el señor Gertz es un empleado más del presidente y que su autonomía presumida no significa nada en la realidad administrativa. Que sigue órdenes y que su actividad y agenda le son dictadas.
Tampoco dejamos de saber que este abogado está inmerso en una suerte de asuntos personales que son conflictos de interés en la acción de la FGR, para someter al Conacyt y cobrar becas de “investigador” (y supongo que allá “si investiga”), y su inmersión también es para engarrotar parientes incómodos por juicios y demandas familiares, por millones y millones.
Ya el desgaste es total, desgastado Gertz Manero y desgastada la 4T en la ausente procuración de justicia y en el inerte combate a la impunidad.
México ha retrocedido en justicia al grado de ser nula de toda nulidad, y la impunidad cabalga a sus anchas por el ensangrentado territorio nacional mexicano, (pletórico de políticos corruptos: felices, felices), y del brazo de la criminalidad desbordada con muertos apilados tan alto que no dejan ver el horizonte limpio que cada vez queda más lejano.
¡Ya debe irse del cargo y del gabinete este señor, Fiscal de pantalla!
¿Justicia?
La justicia y el estado de derecho deben ser recobrados por el presidente, sin más excusas, sin voltear solo para atrás (porque se tropieza).
Sin culpas echadas a colaboradores sumisos y con promesas incumplidas que ya desvanecieron la confianza de los mexicanos, la confianza perdida en un régimen que prometió ser diferente, en un presidente que prometió justicia y cero impunidad.
Y que, el no cumplir con la justicia, entraña una traición al pueblo que votó por su idea y falla al resto nacional, que espera resultados, sin mareos mediáticos y mañaneros.
México retrocede… la maldad se apodera del esquema y del “esquematizador”.