La realidad de Saltillo (Primera parte)

La ciudad de Saltillo con más de cuatrocientos años (444 años), se ha estructurado anárquicamente en las últimas cuatro o cinco décadas, debido en parte por el éxodo de personas que han llegado del campo y de diferentes partes de Coahuila y del país. Por esta misma razón, y a diferencia de otras ciudades que tienen un sello regional, Saltillo es un espacio de obreros y trabajadores, gracias a los cuales se mantiene el desarrollo y la economía en beneficio de unos cuantos. También es territorio de tránsito y destino de empobrecidos migrantes nacionales y centroamericanos, que buscan mejores condiciones de vida.

En una sociedad moderna como la nuestra, en donde la vida diaria se manifiesta como un conjunto de idas y venidas, en una búsqueda continua de satisfactores, el progreso urbano debe ser algo más que el crecimiento de la población y de infraestructuras de comunicación, servicios, dotaciones y equipamientos. El progreso urbano debe permitir que se desarrolle la vida con múltiples interrelaciones, y con una visión holística, es decir, que todos los procesos que tienen lugar, estén orientados a propiciar una calidad de vida digna, en donde los derechos inalienables del ser humano sean una realidad. 

Para esto, se requiere que las autoridades municipales tengan como uno de sus compromisos fundamentales la superación social, moral, y económica de los habitantes. Bajo estas premisas, se espera que la calidad de vida se refleje en un buen transporte colectivo, viviendas dignas, trabajo bien remunerado, educación adecuada e integral, seguridad para todos, respeto a la equidad de género, respeto a las minorías, transparencia, deporte, cultura, derecho humano al agua potable, su cuidado y sustentabilidad, apertura a la participación ciudadana, derecho a disentir, a opinar, a convivir; derecho a la salud, a un aire limpio, a áreas verdes cuidadas y agradables, a calles y banquetas limpias y arregladas, respeto a los recursos naturales, a la convivencia y al esparcimiento, a centros comerciales accesibles, apoyo a la tienda de la esquina y mercados populares limpios y accesibles, entre otros.

Vista así, se requiere de un proyecto profundamente democrático en términos urbanos, que entregue a la ciudadanía herramientas efectivas para transformar la ciudad; y redefinir el papel de las instituciones. La ciudad debe construir referentes colectivos de unidad a nivel social, económico y cultural, pero también debe construir una institucionalidad pública acorde con sus características. Ninguna ciudad con las características de Saltillo puede construir un orden democrático estable, sin resolver básicamente los problemas de inequidad social extrema. Una vez definido esto, se puede pensar en sus fortalezas y debilidades, así como en sus oportunidades y amenazas, en diversos campos de la vida social de la ciudad.

A pesar de ser un espacio complejo, Saltillo ha sido parte de una estructura histórica y política alejada de su realidad urbana moderna y anclada tanto en las prácticas del clientelismo como de patrimonialismo. El PRI, partido político que ha gobernado la ciudad durante casi cien años—con excepción de tres trienios del PAN—ha creado clientelas políticas con intereses muy parciales en un modelo de supervivencia política, basado en el abusivo ejercicio del poder. 

Para construir socialmente la ciudad —con un proyecto innovador—es urgente ver la política de diferente manera, organizando el tejido social, dinamizando la comunicación de las familias que coexisten prácticamente de manera aislada e independiente en los barrios y colonias. De allí la necesidad imperiosa de recuperar la política por y para los ciudadanos, con el fin de superar las formas patrimonialistas, clientelares y autoritarias de la política del partido en el poder, sin reducir claro está, la búsqueda democrática de este objetivo, porque el reto fundamental en Saltillo está en la posibilidad de continuar su crecimiento  con nuevas expresiones de políticas sociales. 

La participación democrática, el respeto, la dignidad y el estado de derecho, son referentes de integración en medio de la diversidad. Los problemas particularmente complejos en Saltillo demandan soluciones urgentes, sin las cuales se torna estéril la convocatoria simbólica a una pertenencia inexistente, o se cae en la búsqueda de “soluciones” fáciles, con los mismos discursos y promesas de siempre que terminan profundizando la crisis.

La inseguridad, que es hoy por hoy la principal preocupación de los saltillenses, ilustra bien esta diferencia de alternativas. En medio de una ciudad urbanizada, aceleradamente marcada por la fragmentación social y la apropiación desigual de los espacios urbanos y gobernados por una institucionalidad hegemónica, precaria e ineficiente, el orden público y la inseguridad tienden a resolverse con soluciones autoritarias, dejando esta responsabilidad en manos de la fuerza pública. 

El replanteamiento de la política y la participación ciudadana son un proceso exigente que demanda cambios, para comprender los términos modernos y llevar a cabo una transformación democrática, rechazando los modelos políticos obsoletos, que han gobernado la ciudad abusando y sometiendo al pueblo. Por todo esto y más, Saltillo debe cambiar.

Rodolfo Garza Gutiérrez

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