Con regularidad, la nota triste y roja la dan los accidentes fatales ocurridos el fin de semana, la gran mayoría de ellos protagonizados por adolescentes y jóvenes, incluso algunos de ellos menores de edad. El alcohol, la imprudencia, la velocidad y la madrugada nunca han sido de hecho buen equipo juntos.
Los accidentes viales constituyen la primer causa de muerte entre jóvenes de los 15 a 20 años de edad. Un período difícil, por supuesto, en lo que se refiere a la capacidad e influencia de los padres sobre los hijos, pero hasta cierto punto salvable por lo que se refiere al tema de la conducción.
En nuestros años la disciplina familiar solía ser más práctica y rigurosa ¿Qué, vas a salir a una fiesta? Bien, yo te llevo y cuando termine paso por ti. ¿Qué no? ¿Qué te da pena, que qué van a decir tus amigos? Entonces no vas y punto. Drástico pero, al fin, resolvía hasta cierto punto las cosas.
Hoy los tiempos han cambiado. Existe una mayor liberación juvenil en la forma de una emancipación temprana, más facilidades para la adquisición de un vehículo, así como una mayor ocupación y distractores de los padres, mientras que la comunicación familiar se ha visto alterada por la evolución mediática y tecnológica, principalmente reflejada en las redes sociales. Esos y muchos otros factores nos obligan a pensar en una responsabilidad compartida entre padres e hijos.
Los riesgos por la falta de pericia o experiencia al manejar, residen de manera directa en el joven, pero la responsabilidad debe acreditarse principalmente a quien por la madurez de la edad, se supone sí tiene la capacidad de evaluar la situación y las posibles consecuencias que el hecho conlleva.
Si bien es cierto siempre habrá áreas de oportunidad en la regulación y en la aplicación de la ley por parte de la autoridad municipal, creo que en este caso la pelota no está en la cacha del gobierno, sino de la sociedad. Especialmente de los padres de familia.
Podemos elevar las multas y sanciones para quien conduzca en estado de ebriedad, incluso equiparándo la acción a intento de homicidio como está tipificada en Estados Unidos, pero no resolveremos de fondo el problema mientras no haya un compromiso de los papás de ejercer un mayor control en sus hijos adolescentes. Se trata de sembrar respeto en la niñez para cosechar obediencia en la juventud.
Un buen inicio es restringiendo los horarios de exposición fuera de casa. Dicen los empresarios exitosos que la suerte se reparte a las 6 de la mañana. Yo complementería el dicho diciendo: “y la muerte a partir de las 2”.