La sencillez

Sencillez: Sin lujo, sin ostentación, sin adornos, así es como nos expresa el diccionario el significado del tema que hoy tratamos.

A veces decimos que una persona nos gusta, o nos agrada por su sencillez, y en realidad sin damos cuenta estamos englobando en esa sencillez, cierta naturalidad, amabilidad, dulzura, serenidad y bondad, y es que ese estado de paz interior que tienen las personas sencillas es algo que se transmite y que se hace notar hacia el exterior.

En el actual estado de caos en el que vivimos, podríamos decir, convivir con una persona de estas características es algo inusual, ya que se vive en muchos casos a la deriva según la sociedad en la que nos haya tocado vivir y por lo general nos encontramos bastante afectados por el entorno y por el ritmo de vida que nuestra generación se ha impuesto.

Una persona de sanas costumbres, que se baste de sus valores internos para sentirse internamente satisfecha, una persona que no necesite sentirse halagada por los demás, que no necesite vivir de las apariencias, ni del lujo, ni de la ostentación, que no se sienta presionada por la necesidad de ir al día en cuanto a las marcas comerciales, o lo que podríamos denominar «lo que se lleva», es difícil de encontrar.

Una persona sencilla es en realidad una persona íntegra, segura de sí misma y que se encuentra por encima de los prejuicios y convencionalismos sociales. No se es más o menos sencillo por lo que se tiene, o lo que se viste, sino por el estado interior en que se vibra. Se puede tener un gran nivel de vida, y sin embargo no darle la menor importancia. O por el contrario por las posibilidades que se tienen no se puede estar a ese nivel y sin embargo estar deseándolo con lo cual muchas personas viven aparentando y ostentado lo que no son, por su falta de humildad y sencillez. He aquí que se puede aplicar perfectamente el viejo refrán español: «Dime de qué presumes y te diré de qué careces».

La sencillez por tanto no tiene en cuenta la pobreza y la riqueza, sino que tratándose de un estado interior puede poseerla todo aquél que se encuentre en un nivel espiritual que haya superado el orgullo y la vanidad, como taras que sumen al individuo en un mundo de ficción y fantasías que le impiden verse a sí mismo en su propia realidad y bajeza moral. Para tapar todo esto se recurre a la ostentación y las complicaciones de la vida, se presume de vivir en la corriente social, disfrutando de todo cuanto se pueda, sin reconocer que en el fondo no estamos satisfechos y que no le hemos encontrado el sentido a la vida.

Las personas sencillas son claras y honestas, no tienen pretensiones de grandeza y lo que les importa es la esencia de las cosas, no necesitan de los oropeles y del lujo. Lo que es verdaderamente un lujo es estar a salvo de la falsedad, y de las vanidades del mundo que no traen nada bueno al ser humano y que tarde o temprano se ponen al descubierto mostrando lo vacíos que estamos y lo baldío de los esfuerzos que se han hecho por levantar castillos en el aire.

La sencillez, al igual que la belleza y lo atractivo se encuentran en la esencia de las personas y en el equilibrio que guardan en las diferentes pautas que conforman la naturaleza humana. Armonía, templanza, tranquilidad, darle a cada cosa su valor y no necesitar más que de los valores del corazón y de ver que cuantos conviven a nuestro alrededor tienen lo que necesitan para su realización personal, eso es sencillez.

Yo encuadraría la sencillez como la vida del espíritu, que se nutre de lo moral y de la satisfacción interna. La materia se nutre de la pomposidad y de los valores fatuos de la sociedad, que necesita del ajetreo y que no ha desarrollado todavía la sensibilidad por los verdaderos placeres y dichas del espíritu.

El amor a la verdad, el bien por sí mismo, la belleza de las cosas, la paz interior son aspectos humanos que pertenecen a la intimidad y que hemos de apreciar por nosotros mismos. Cuando nos despojamos de los sucedáneos, cuando nos descubrimos a nosotros mismos tal y como somos y hallamos el auténtico valor de las personas y de los hechos que ocurren a nuestro alrededor empezamos a ser sencillos dejando a un lado lo artificioso y antinatural.

Expresarnos con claridad, actuar sin rodeos, manifestarnos tal y como pensamos sin dejar a un lado la delicadeza, eliminar la presunción, evitar los excesos, son aspectos morales de la sencillez que dan a entender la rectitud de la persona que tenemos frente a nosotros, ante la cual hemos de rendirnos por su honestidad y franqueza.

No hemos de confundir la ingenuidad, la simplicidad u otros sinónimos con la sencillez, ya que esta última se encuadra dentro de los valores humanos que a todos nos cabe recuperar a fin de disfrutar nuestra vida de la forma más natural.

Fermín Hernández Hernández
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