Hubo un tiempo en el que la gente leía libros. De hecho la gente aún lo hace, pero la tendencia de la generación más joven y de la futura está cambiando drásticamente.
¿Es un buen cambio? Tal vez sería prudente pensar y ver.
Imagínese un libro encuadernado en cuero que reposa sobre la mesa de una biblioteca. Durante un momento de calma, un lector se sienta por la noche en una silla vacía, y, si el libro es interesante, puede pasar horas sumergido en sus páginas.
A medida que el ojo humano lee, la mente construye imágenes y viaja a un mundo diferente, como si fuera una película. Si el libro es más informativo, la mente comienza a construir un nuevo banco de conocimientos sobre el tema tratado.
El proceso tranquilo y orgánico de lectura es agradable y de acuerdo con la naturaleza de la mente. Ladrillo a ladrillo, ya sea como en la construcción de una historia o de un edificio, la mente capta la nueva información o escenario y se deleita con ello.
De vez en cuando, el lector debe detenerse y dejar que la mente piense en lo que se acaba de leer o añada otra consideración o desarrolle un punto. Esto se debe a que la mente es mucho más que un libro; es un libro viviente capaz de imaginación y de desarrollo.
El libro sirve como detonante para nuevos pensamientos.
Este proceso tranquilo y meditativo que imparte es constructivo y proporciona un conocimiento más profundo sobre un tema determinado, o el recuerdo de una historia que posteriormente serán compartidos. Un maestro, por ejemplo, va a entregar el conocimiento así adquirido a la sala de clase. Un abuelo rodeado de sus nietos volverá a contar y a mejorar la historia que leyó, cautivando de este modo sus jóvenes mentes. Un sacerdote puede usar su material de lectura en un sermón para ayudar a ilustrar un punto de las Sagradas Escrituras. Todo esto es tranquilo y constructivo.
De repente, llega haciendo su estruendo el iPhone y su primo el Android y un número infinito de aplicaciones y medios de comunicación social.
Navegar de página en página, escribiendo tweets o enviando mensajes de texto rápidos o buscando los últimos chismes en Facebook, la mente salta de rama en rama como un mono indisciplinado.
Una gran cantidad de pequeñas piezas de información distraen la mente con efímeras impresiones, sensaciones y emociones. Esta tendencia a la distracción ha subyugado al mundo. Todo es precipitado y frenético. Es lo que podría llamarse un “intemperancia frenética”, que acompaña al nuevo anuncio, por ejemplo, del último iPhone.
Para algunos, el smartphone es una herramienta que puede ser apagado. Sin embargo, para muchos, se ha convertido en una forma de vida destructiva que reduce la conversación, la iniciativa humana, y aún los procesos de pensamiento. Es triste ver a los niños de tan sólo cinco o seis años pegados a un smartphone. Esta adicción puede corromper el crecimiento mental y espiritual del niño.
Todo este zumbido y conmoción pretende suprimir a su antiguo predecesor: el libro. La silla vacía en la biblioteca está produciendo mentes cada vez más vacías y el mundo no es ya un buen lugar para ellas.
(Antonio Fragelli. 21/07/2016. Por Acción Familia. Categoría: Decadencia Occidente).
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