El siglo XX fue arena de conflicto entre dos filosofías económicas diametralmente opuestas: el socialismo y el capitalismo. El enfrentamiento fue de tal magnitud que nos colocó al borde de una tercera guerra mundial. Finalmente, triunfó el capitalismo con la caída del Muro de Berlín.
Sin embargo, voces prestigiadas propusieron entonces aprovechar lo mejor de cada sistema e integrar uno solo de economía mixta e ideología central, una tercera vía. Algunos de los ponentes llegaron incluso a gobernar sus países; es el caso de Tony Blair, en Reino Unido, y Bill Clinton, en Estados Unidos.
Actualmente, una solución como ésa parece ser la más viable en la política mexicana. Me explico.
Por un lado, tenemos un sistema de partidos políticos desacreditado y en decadencia que debe prevalecer, pues no hay país sin gobierno ni democracia sin partidos. Su desaparición no es viable, mucho menos deseable, porque son los mecanismos más eficientes para acceder al poder de manera pacífica.
Estas organizaciones cargan con el costo por el desempeño y la probidad de los gobernantes emanados de sus filas, que se cuentan por miles y son mayoritariamente de nobles intenciones. Pero también menudean los casos sonados de pillos sin escrúpulos que salpican a todo el sistema mientras las redes sociales abonan al encono social. El resultado es obvio: un rechazo ciudadano generalizado hacia los partidos.
Por otra parte, hay ahora una ciudadanía cada vez más interesada en participar. Las puertas para que esto suceda ya están abiertas, si bien los mecanismos todavía dejan mucho que desear. Algunas candidaturas independientes (no necesariamente ciudadanas) comienzan a ganar espacios y elecciones, pero aún es muy complicado satisfacer los requisitos para conseguirlo.
Si éstos se relajan, habrá legiones de contendientes, tantos que no cabrán en las boletas y su financiamiento tenderá a lo imposible. Se nos escapa considerar que las ineficacias son asociadas a la inexperiencia, y la corrupción a la cultura y a la debilidad en nuestro andamiaje institucional. Así que, ante la percepción comunitaria, la marca “Independiente” pronto será relacionada con otro partido político.
La solución permanente es una “tercera vía”: candidaturas ciudadanas dentro de los partidos políticos. Justo lo que hizo el PRI al modificar sus estatutos para elegir sus contendientes a la presidencia del República y al gobierno de la CDMX.
De esta forma, perfiles íntegros y no maleados se someten a los criterios de selección, vigilancia y rendición de cuentas de los partidos políticos, amalgamando, lo mejor de los dos sistemas. La propia ciudadanía así lo comienza a percibir. Por eso el miedo de los adversarios.