Muchas veces contemplamos la tragedia ajena con indiferencia. Al no ser víctimas directas, en apariencia, presenciamos las injusticias cometidas al vecino sin decir nada, sin actuar. Todos estamos en riesgo de que nos pase lo que a los animales en la fábula de la granja.
Un día el ratón, a través de un agujero, vio que la esposa del granjero extraía una trampa para ratones de la bolsa del mandado. Preocupado, corrió a pedir auxilio a la gallina: -¡Gallina, gallina, la esposa del granjero ha comprado una trampa para ratones!- El ave, sin inmutarse, le dijo que ese no era su problema, que al ser una gallina no corría ningún riesgo.
Contrariado, el ratón siguió buscando ayuda y fue a ver al cerdo con el mismo grito de socorro. La respuesta del porcino fue similar: -¿Y luego? ¿Yo qué tengo que ver con una trampa de ratón? A mí no me pasará nada.
Como última alternativa fue a ver a la vaca, pensando que ese gran corazón se sensibilizaría y con ese gran cuerpo podría hacer algo por ayudarlo. Grande fue su decepción cuando la res le dijo con apatía: -Yo no tengo nada que temer a una inofensiva trampa para ratones. Lo siento, no es asunto mío.
El pequeño roedor, triste y frustrado, se encerró en su madriguera ideando la forma de lidiar con el mortífero artefacto. Esa noche, la trampa se activó y despertó a la señora de la casa. Al acercarse, se dio cuenta que no era un ratón lo que había cogido, sino una serpiente venenosa. Estaba demasiado cerca y no pudo esquivar sus colmillos, que fueron a clavársele en el brazo.
La mujer calló enferma por el veneno. El granjero pensó que la mejor forma de curarla era con un caldo de gallina, así que no dudó en cortarle el pescuezo al ave con su hacha. Su esposa no mejoraba y los familiares comenzaron a visitarla. Ya eran muchos y para alimentarlos su marido tuvo que matar al marrano para preparar unas carnitas.
A los pocos días la mujer falleció. La concurrencia de familiares y amigos lo obligó a sacrificar a la vaca para alimentarlos a todos. Con profunda tristeza, el ratón presenció todos estos acontecimientos. Sus amigos no se percataron que cuando uno está en peligro, toda la comunidad lo está, aunque no lo parezca.
El 2024 será un año crucial para la vida democrática y económica de nuestro país. A pesar de ello, todavía se escuchan voces indolentes y sin interés del momento político que vive México. Lo peor que podemos hacer como sociedad es no involucrarnos en los procesos electorales que se avecinan. Todos podemos participar activamente, aportar nuestro granito de arena para consolidar nuestra democracia y ofrecerles un futuro mejor a nuestros hijos.