La compra de 671 pipas para Pemex desnuda por completo a Andrés Manuel López Obrador mostrándolo tal cual es, sin cortapisas. Lo primero que se deja asomar es el elevado nivel de improvisación presente en sus decisiones, en todas ellas, aunque en este caso particular la ausencia de planeación es muy evidente.
Primero, porque confirma que la estrategia elegida para combatir el robo de combustibles se tomó sin haber identificado primero las consecuencias negativas ni sus impactos secundarios ni, menos aún, las medidas que era necesario tomar para, por lo menos, mitigar esas afectaciones. Sólo hasta que el desabasto hizo su aparición fue que a López Obrador y su equipo se les ocurrió que era necesario adquirir equipo para trasladar el combustible.
Pero la adquisición de los vehículos es por sí misma una improvisación total, porque ni siquiera se enteraron de que era necesaria una licitación legal; tampoco, que en México se fabrican pipas a precios más convenientes y que respetan los criterios establecidos por la Norma Oficial Mexicana 012 que prohíbe el uso de transporte de las dimensiones adquiridas que no cuenten con neumáticos aparejados o dobles.
Pero, la compra también demuestra lo poco que le importa a AMLO y a los suyos violentar la ley y pasar por encima del orden institucional. Porque al presidente le bastó con decir que las licitaciones eran sólo para los corruptos y ordenar que la SCT lanzara un acuerdo para permitir la circulación de las pipas, para pisotear sin pudor alguno lo establecido en la ley.
Así las cosas, la evidencia demuestra de manera contundente que esa quimera que tan arrogantemente llaman la “cuarta transformación” está plagada de improvisaciones que, además, no tienen que respetar la ley porque a AMLO le basta con tenerse a él mismo. Porque él es el mesías redentor de los corruptos que se postran a sus pies y le rinden pleitesía y, al mismo tiempo, el azote que condena a sufrir el fuego eterno a quienes le reclaman, aunque sea, un poquito de buen juicio y de congruencia.
@marcelotorresc