Las desgracias nunca llegan solas y menos cuando los destinos de una nación están en manos de alguien que desprecia cualquier cosa, pensamiento o persona que no sea él mismo. Porque no, AMLO no está simplemente en contra del conocimiento científico, o de los empresarios, los medios de comunicación, los profesionistas, etc., sino de cualquiera que no aparezca frente a él cuando se mira en el espejo.
Incluso quienes se consideran cercanos al presidente son objeto de su desprecio. Para él son, en todo caso, un mal necesario. Gente que le es útil en este momento, pero que son siempre inferiores a él mismo y por tanto desechables. Ya lo hemos visto y por eso lo sabemos con plena certeza: no ha habido miembro de su equipo que se haya retirado, por los motivos que sea, que no hayan pasado a ser, en automático, objeto de sus críticas más descarnadas. Y no es que la salida haya cambiado la opinión del presidente, sino que se da la libertad de expresar el desprecio que desde siempre sentía por aquellos que lo dejaron; tal como lo siente también por los que se quedan.
Es ese egocentrismo exacerbado el que lo conduce a tomar decisiones que ahuyentan inversiones en el momento que más empleos le hacen falta a México. Desde su perspectiva, que es la de alguien que sólo se observa a sí mismo, no hace falta nada a un país que ya lo tiene a él en el poder. “Para qué quieren empleos si yo mismo los alimento” debe pensar hacia sus adentros, mientras juzga de ingratos a los que reclaman oportunidades.
Pero tampoco cree que hacen falta guarderías, hospitales, energías limpias y renovables, crecimiento económico, espectáculos como la Fórmula 1, expertos en la construcción de carreteras, o un segundo par de zapatos. El presidente se cree que lo llena todo.
Mientras, la economía mexicana se desploma. El número oficial de muertos por la pandemia supera a los que ha tenido China con sus casi mil 400 millones de habitantes. La violencia se desborda ahora también en los hogares. El crimen organizado florece y se multiplica y la corrupción sigue imparable.
Insisto: las desgracias nunca llegan solas, vienen de la mano de López Obrador.
marcelotorresc