No podemos permitir que un pasado familiar disfuncional y traumático afecte a nuestro presente y futuro. Puede ser importante consultar con un psicólogo o psiquiatra si ello nos afecta.
Las heridas generadas en el círculo familiar pueden ocasionar traumas, carencias profundas y vacíos que no siempre logramos reparar.
El impacto por el padre ausente, por la madre tóxica, el lenguaje agresivo, los gritos o esa crianza falta de seguridad y afecto traen algo más que la clásica falta de autoestima o esos miedos que tanto nos cuesta superar. Muchas veces, la dificultad para resolver muchos de esos impactos íntimos y privados se halla en un cerebro tempranamente herido.
El estrés experimentado a lo largo del tiempo y a edades tempranas puede provocar que la arquitectura de nuestro cerebro cambie. Estructuras asociadas a las emociones puedan verse alteradas, tal como indica un estudio publicado en 2003 por la revista Neuroscience & Biobehavioral Reviews.
Todo ello puede traer como consecuencia una mayor vulnerabilidad, una indefensión más profunda que conlleva un riesgo mayor a la hora de sufrir determinados trastornos emocionales.
La familia es nuestro primer contacto con el mundo social. Si ese contexto no nutre nuestras necesidades esenciales, el impacto puede ser constante a lo largo de nuestro ciclo vital.
Veamos por qué es tan difícil superar todas esas heridas sufridas en la época más temprana de nuestra vida.
La cultura nos dice que la familia es un pilar incondicional (aunque, a veces, se equivoca)
El último escenario en el que uno piensa que le van a herir, traicionar, decepcionar o incluso abandonar es, sin duda, en el seno de la familia. Sin embargo, ocurre con más frecuencia de la que pensamos.
Esas figuras de referencia que tienen como obligación darnos lo mejor, ofrecernos confianza, aliento, positividad, amor y seguridad, a veces nos fallan voluntaria o involuntariamente.
- Para un niño, un adolescente o incluso para un adulto, experimentar esa traición o esa decepción en el seno familiar puede suponer desarrollar un trauma para el cual nunca se está preparado.
- La traición o la carencia generada en el seno de una familia es más dolorosa. No es lo mismo que la simple traición de un amigo o un compañero de trabajo. Es un atentado contra nuestra propia identidad y nuestras raíces.
La herida en un círculo familiar se hereda entre generaciones
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Una familia es algo más que una árbol genealógico, que un mismo código genético, que unos mismos apellidos.
- Las familias comparten historias y legados emocionales. Muchas veces, esos pasados traumáticos se heredan de generación en generación de muy diversas formas.
- Según la epigenética, todo lo que acontece en nuestro ambiente más cercano deja su impacto en los genes. De ahí, que factores como el miedo, el estrés o los traumas en el círculo familiar se hereden muchas veces de padres a hijos. Ello hace que, en ocasiones, seamos más o menos tendentes a sufrir depresiones o que reaccionemos con mejores o peores herramientas ante situaciones adversas.
Aunque tomemos distancia de nuestro círculo familiar, las heridas siguen presentes
En un momento dado, lo hacemos; decimos basta y nos atrevemos a cortar con ese vínculo dañino. Así, podemos establecer una necesaria distancia de esa familia disfuncional y traumática.
- Ahora bien, el simple hecho de decidirnos a decir adiós a quien nos hizo daño no trae la sanación a la herida. Es un principio, pero no la solución definitiva.
- No es nada fácil dejar atrás una historia y unas dinámicas, unos recuerdos y unos vacíos dentro del círculo familiar.
- Muchas de esas dimensiones pueden quedar ancladas a nuestra personalidad e incluso en el modo de relacionarnos con los demás.
- Las personas con un pasado traumático suelen ser más desconfiadas, les cuesta mucho asentar relaciones sólidas.
- Quien ha sido herido necesita, además, sentirse reafirmado; ansía que los demás llenen esas carencias, de ahí que muchas veces se sientan frustrados porque pocas personas llegan a ofrecerles todo lo que necesitan.
Lo recomendable en estos casos es sanarnos primero como persona antes de buscar en los demás lo que necesitamos.
Podemos llegar a cuestionarnos a nosotros mismos
Esto es quizá lo más complejo y lo más triste. La persona que ha pasado gran parte de su ciclo vital más temprano en un hogar disfuncional o en el seno de una familia con estilo de crianza negativo, puede llegar a verse a sí mismo como alguien que no merece ser amado.
- La educación recibida y el estilo de paternidad o de maternidad en el que hemos sido criados erige las raíces de nuestra personalidad y nuestra autoestima.
- El impacto negativo de estas huellas es muy intenso; de ahí que muchas veces uno mismo tenga dudas sobre la propia eficacia, su valía como persona.
Nuestro círculo familiar puede darnos alas o puede arrancárnoslas. Es algo triste y devastador.
Sin embargo, hay algo que nunca podemos olvidar. Nadie puede elegir quiénes van a ser sus padres o familiares. Sin embargo, llegará un momento en que tengamos la capacidad de elegir cómo va a ser nuestra vida.
Elegir ser fuertes, ser felices, libres y llegar a la madurez emocional es algo esencial, de ahí la necesidad de superar y sanar nuestro pasado. Y, si crees que lo necesitas, no dudes en consultar con un psicólogo.
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