Una de las muchas verdades que develó la reciente elección es que el centralismo del PRI ayudó, con mucho, al fracaso. Y los negocios inherentes, obvio. Porque cuando uno proveedor es el que surte artículos promocionales, cuando se decide desde un escritorio la pauta de propaganda, cuando se manda a cada entidad hasta al fotógrafo con instrucciones precisas, no puede haber éxito.
¿Qué sucedía antes?
Simple, había mucho margen para sacar la elección, con la cara del candidato “fotochopeada” y sus discursos plenos de cursilería. En los Estados donde perdió el PRI, lo que fracasó fue la estrategia electoral, que incluye la promoción, el diseño de imagen política, el mismo “cuarto de guerra” diseñado desde el desconocimiento de la realidad local. A eso debe agregarse el pésimo papel de los “delegados” del PRI. Figura nefasta que debe desaparecer.
Baste señalar que en Quintana Roo se ordenó la permanencia de Ulises Ruiz, a sabiendas de su corrupción e incapacidad intelectual, junto con el exgobernador de Tabasco, Manuel Andrade que trae el mal fario de perder hasta en su pueblo. Con estos personajes, plenos de ineficiencia e incapacidad para comprender la realidad local, era imposible ganarle a un candidato sin imposiciones de “sus partidos”.
A eso debe sumarse, estupidez extrema, la estrategia de tirar mierda, acusando de todo, al candidato de oposición. Con lo que solamente consiguieron, de verdad fue un diseño a cual más de negativo y tonto, hacerlos más populares y “queridos” por un pueblo que siempre está al lado de quien consideran víctima. Guillermo Sesma es otro de los responsables, porque en sus manos, viene junto a Ulises Ruiz en muchas tropelías, estuvo el diseño de imagen de las campañas priistas.
Cada candidato debe tener el derecho de conservar su equipo de trabajo, de contratar a quienes tienen experiencia local. A aquellos que saben cómo reacciona la gente local a cualquier estimulo. Palabras repetidas en todos los discursos de candidatos, frases de cajón, estructura pésima, como de actuación de un grupo musical, en los actos masivos, todo esto tuvo una inmensa importancia. Dicen los expertos que en los meses de campaña hubo un gran flujo de dinero, pero lo cierto es que no se gastó localmente. Cosas tan simples como la presencia de la esposa en los actos de campaña, fueron diseñadas con un criterio de uniformidad, que resultó un peso en contra. Simplemente mandar a las esposas a “hacer campaña por su lado” para que no estorbasen a los candidatos tuvo un efecto terriblemente negativo.
A cada cuestionamiento, a cada pregunta, a cada advertencia los candidatos perdedores contestaban: “es que los mandaron de la oficina… es que vienen del D.F.… es que en el PRI ordenaron… es que allá en la Ciudad de México…”
Qué soberbia tan grande tenían los “enviados del PRI Nacional” en cada paso de las campañas…
Todo esto, es obvio, lo hizo a un lado Alejandro Murat. Por citar un ejemplo. Como, también es infinitamente obvio que Miguel Ángel Yunes diseñó su propia estrategia de campaña, de imagen, de comunicación, de movilización. Tan bien hecha, tan fuerte que no pudieron vencerlo pese a utilizar toda la fuerza y la mierda en su contra.
No ganó el PAN, perdió el PRI. Que es asunto diferente. El PRI perdió con sus propias estrategias, agregando una infinita incapacidad de entender el momento actual, la realidad vigente en las entidades federativas, sumando sus propias y diseñadas ineptitudes al gran costal del profundo malestar social.
Si frente al rechazo al PRI no se pudo crear una forma inteligente de hacer campañas políticas, la responsabilidad de la derrota electoral recae en esos “estrategas” mucho más que en los candidatos que estuvieron totalmente “maniatados”. El centralismo resultó ser, en verdad, pésimo para remontar la cuesta negativa.
Lo que viene, obviamente, será todavía peor si no se entiende qué fue lo que pasó, quiénes engañaron a Manlio Fabio Beltrones, quiénes fueron sus falsos emisarios, quiénes se embolsaron muchas comisiones a cambio de la debacle sin calificativo que están viviendo los priistas.
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