En esta elección del próximo junio, que será la más grande en la historia de México, los actores políticos comienzan su conquista ahora en nuevos caminos; los digitales.
No existe una legislación que dé certeza de lo que debe ocurrir en estos escenarios. Porque aún ni siquiera sabemos quienes participan con certeza. Sabemos, porque lo sufrimos, que la infodemia, infoxicación e infobesidad, se han convertido en palabras reales que expresan los problemas de ahogarse, intoxicarse e infectarse de información en estos tiempos mediante las redes. Las noticias falsas parecen llenar los vacíos que las verdaderas no alcanzan a cubrir.
Las redes sociales, que nacieron como una revolucionaria alternativa de entretenimiento en el marco de las relaciones personales, hoy se han colado en todos y cada una de las actividades humanas. La política no ha sido la excepción y los perfiles públicos de quienes ostentan la insignia por un puesto de elección popular parecen mostrar la sensibilidad, aplomo y gracia de estos ángeles que se encontraban ocultos hasta que empieza la campaña. En redes también buscamos lo que conecta, y no lo que informa y cada vez es más corto el tiempo en que se tolera algo para evaluar si conecta o no.
Una falsedad no es una separación entre la vida pública y la vida íntima, eso es entendible, en algunos países la función pública conlleva una vestimenta especial, los jueces portan más que la toga también una peluca que expresa que quien juzga no es el ciudadano capaz de toparnos en el mercado. Pero resulta que el candidato no tiene más que amor por entregar. No es verdad.
La parte más oscura de un faro es su propia base, a menos claro que exista una intencionalidad para iluminarla, para protegerla y conservarla en congruencia con su exterior. Así ocurre también en la vida. Tendemos a mostrar quienes no somos, custodiados por unas máscaras que pensamos nos protegerán más que un cubrebocas en tiempos pandémicos.
En los tiempos políticos que empezamos a inundarnos en México la elección parece contrarrestar la selección de quienes usan el traje propio de las campañas, un traje humanizado, de total cercanía cuando no lo es. La incongruencia siempre llama a la desconexión.
Debemos ser cautos en la selección de quienes contarán con nuestro voto. La responsabilidad de un voto consiste en que llegado el momento tengamos la habilidad para responder y afirmar que el voto fue bien o mal entregado. No se deje fascinar por la imagen, profundicemos en los dichos, midamos la experiencia, sepamos que el gobernar no son intenciones, son acciones y reacciones que exigen liderazgo, vocación y también capacidad. El político debe atender en tres dimensiones, los problemas, las políticas y la política. En tiempos electorales no todo el que se humilla es humilde. Escribió una joya Juan Eugenio Hartzenbusch: La espiga rica en fruto / se inclina a tierra; / la que no tiene grano, / se empina tiesa. / Es en su porte / modesto el hombre sabio, / y altivo el zote.
Las redes atrapan, por eso se llaman así, y el engaño también mueve a usarlas, con cuidado evaluemos, sensibles decidamos y responsablemente votemos, eso es madurar.